Capítulo 35

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—¡Déjeme hablar con su hijo!—exige la mamá de Damián, quien está en la puerta, mostrándose muy enojada y con el ceño fruncido.

—Señora Lema, acordamos que nuestras familias no tenían ninguna razón más para relacionarse—responde mi padre, quien se pone de brazos cruzados al verla.

La mujer ignora las palabras de mi papá y entra a la fuerza a nuestra casa. Antes de que me diera cuenta, estaba frente a mí, dándome una fuerte cachetada. La observo con terror mientras siento cómo mi mejilla arde.

Ella está demasiado enfadada ¿Es por la escapada que me vi con Damián hace cinco días?

—Señora, señora, señora... ¿Qué le da el derecho para golpear a mi hijo?—interviene mi madre, quien se levanta del comedor para hacerle frente a la mujer.

—¡Tengo todo el derecho de hacerlo! ¡Por su culpa la vida de mi hijo es una miseria!—exclama roja por la rabia mientras me señala—. Mi hijo se escapó el otro día con él, pero no vine a reclamarle al bandido de Frank, solo castigué a mi hijo porque no quería ver la cara del asqueroso que convirtió a mi hijo en eso.

—Señora Lema, le pido que se vaya y deje de relacionar a su familia con la nuestra—dice mi padre, quien se acerca con el ceño fruncido.

—No pensaba venir, pero... ¡Mi hijo escapó ayer en la noche y lo he estado buscando desde hace horas! ¡Dijo que no iba a permitir que lo enviara a Quito ¡Que no se separaría de Frank y Lorenzo!—exclama la mujer, pero de repente empieza a soltar lágrimas.

¿Damián... escapó? ¿A dónde... fue él?

—¡No pongas esa cara de preocupación falsa!—la mujer me señala mientras las lágrimas siguen apareciendo en tu rostro—. ¡Sé perfectamente... que tú lo incentivaste a escapar! ¡De seguro está escondido en tu cuarto!

Una vez que dijo eso, la mujer se adentra más en la casa para buscar mi recámara, mi padre me lanza una mirada seria, como diciendo: "Si está escondido aquí, no pienses que seguirás teniendo tus piernas". Tal vez suena exagerado, pero es lo que yo puedo leer en sus ojos.

Mis padres y yo vamos a ver a la señora Lema, quien sigue buscando, desordenando, y llamando a Damián continuas veces, con esperanzas de encontrarlo.

Quisiera poder hacer algo, pero... estoy tan sorprendido que apenas puedo asimilarlo ¿De verdad Damián se fue? ¿Dónde se metió? ¿Está bien? ¿Por qué no ha venido a avisarme esa noche? ¡Podía golpear mi ventana un par de veces y sabría que era él quien estaba tocando!

—No está...—finalmente se rinde y deja de buscar, pero no tarda en dirigir hacia mí su mirada con odio—. Tú... ¡Tú debes saber dónde está, mocoso de porquería!

—Yo... no lo sé... señora—es lo único que puedo responder en este momento. No había podido decir algo desde que nos contó que Damián había escapado.

—¡Dime dónde está mi hijo!

Al exclamar eso, en sus ojos parecía habitar el mismo diablo. Se acerca corriendo hacia mí y me tumba al suelo al suelo, después comienza a usar sus manos para estrangularme. Mis padres, alarmados, intentan quitarme a la señora Lema de encima, quien no sede fácilmente a dejar de ahorcarme. Al final, con un fuerte empujón que mi papá le dio, consiguió apartarla.

Dios, me duele...  

—¡Señora, basta! ¡Mi hijo no sabe donde está su podrido mocoso!—exclama mi padre muy enfadado. Parece por un momento tener la intención de golpearla, pero se retiene—. ¡No quiero que vuelva a venir! ¡Todas las personas de su familia son un dolor de cabeza!

EternityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora