Capítulo 10

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No pasé la noche en la casa de mis amigos o en la de mi pareja, mucho menos en la de mis padres ¿Entonces en dónde me quedé toda la noche?

Me duele mucho la espalda, todo por culpa de la banca del parque en la que dormí, y casi morí de frío allí. Apuesto a que mucha gente que me vio debió pensar que era un borracho o algo así, pero ya pasó, ya no importa.

Bueno, el punto es que el dolor de la espalda y el dolor que siento en mi trasero ahora, gracias a las duras sillas del aula, no es muy agradable tenerlos al mismo tiempo. Me da ganas de levantarme e ir a los asientos de la dirección, he estado allí muchas veces y sé perfectamente que las butacas frente a la mesa de la directora son muy confortables.

Tener la clase más aburrida de la historia justo ahora tampoco ayuda mucho. Cómo detesto matemáticas, y justo esta asignatura la da el profesor Coelho, el padre de mi odioso compañero y esposo de la directora.

—Deber, jóvenes. Todos pongan ahora su deber de matemáticas sobre el escritorio—ordena el profesor. Realmente tiene una voz muy fuerte, ni si quiera es necesario que grite para asustarnos.

Es cierto, había deber. Ayer Jack estaba haciendo la tarea, tal vez debí haberla hecho con él... No importa, que me hable nomás.

—¡González, ponga su cuaderno sobre el escritorio!—ordena el profesor Coelho—. Usted ha sido el único que no ha hecho lo que les he dicho.

—Profesor, no tengo el deber.

—¿Cómo que no lo tienes?

—Ni si quiera traje maleta, profesor.

—¿Entonces para qué vienes al colegio? ¡Joven, de verdad que eres un problema!

Después de mirarme como asesino, agarra una tiza y comienza a escribir en el pizarrón. Al terminar de escribir el ejercicio me llama para que pase al frente. Antes de ir, Damián y yo cruzamos miradas por un segundo, eso me da más confianza para ir hacia allí.

—Resuélvame este ejercicio, González. Si lo resuelve, le dejo pasar lo del deber.

—Profesor, no sé cómo resolverlo—respondo después de dar un suspiro.

Exactamente para decir estas cosas necesitaba confianza, no para resolver el ejercicio, era obvio que no podría, soy muy malo en matemáticas. Aquél breve momento que tuve con Damián me pude dar suficiente valor como para decirle cualquier cosa a este profesor.

—De hecho, nunca entiendo sus clases. Cada vez que salgo de este salón salgo con más dudas que respuestas—vuelvo a tomar la palabra mientras observo al maestro con sonrisa burlona—. Usted explica muy mal, y tampoco le gusta que le pregunten si no entendieron, usted siempre nos reprende cada vez que tenemos una incertidumbre. Por cierto, el profesor de remplazo explica mil veces mejor que...

Tenía la suficiente confianza como para acabar de decir todo aquello que no me atrevía a confesarle al profesor, pero fue muy mala idea.

El maestro no tarda de agarrarme del cuello de la camiseta para agitarme y golpear mi cabeza varias veces contra el pizarrón. Ninguno de mis compañeros decía nada, solo podía escuchar mis quejidos y los sonidos de mi cráneo impactando en la pizarra. Estaba asustado, realmente dolía mucho.

Finalmente, me alivio al escuchar el sonido de una banca moviéndose, al parecer alguien va a venir a verme.

—Profesor, deténgase por favor—interviene Damián, quien mediante pasos rápidos se acerca a nosotros.

El maestro no lo escucha, lo cual me preocupa aún más ¡Viejo estúpido, si sigue así me va a matar!

Damián sigue insistiendo un momento más, incluso llegó a mostrar un tono realmente preocupado y la voz quebrada. Yo ahora estaba empezando a poner mi mano entre el pizarrón y mi cabeza, realmente sentía que se había otro impacto más contra la pizarra, iba a pasarme algo.

Parecía que nunca iba a haber fin, pero Damián, harto de todo esto, aparta al profesor bruscamente para atraerme hacia él. A su lado me siento seguro, literalmente es mi salvador y la luz de mi vida. Claro que no tarda en salir del salón de clases conmigo, antes de que el profesor empiece a gritarnos y también lo castigue a él. Y sé que esta no era una situación buena, pero me sentí feliz porque era la primera vez que él tomaba mi mano para huir, siempre era yo el que lo llevaba.

Vamos a escondernos en los camerinos, donde nos quedamos en oscuras, estábamos algo agitados, y en donde empecé a centrarme más en el dolor que sentía. Nuestros ojos se terminaron acoplando a la oscuridad, y tan pronto como pude localizar a Damián, no tardo en dirigirme hacia él para abrazarlo.

—Eres mi salvador, creí que el profesor me iba a matar.

—No debiste decirle eso, sabes que es de temperamento fuerte.

—Qué más da, ya le dije todo eso.

—¿Te duele mucho?

—¿Mi cabeza? La verdad, bastante, mucho, demasiado... Siento que me desangro.

—No te alteres, pero de hecho, sí tienes un poco de sangre... ¡Aunque la herida es algo pequeña!

—¡Pero me duele como no te imaginas, Dios!

—Oye, Frank, tranquilo.

—¿Cómo quieres que esté tranquilo? ¡Vaina!

—Mira, vamos a la clínica del colegio ¿Te parece?

—Si el profesor nos encuentra, definitivamente no va a dejar que la herida permanezca "pequeña".

—Pero debemos a apurarnos en ir si no queremos verlo. Además, allí estaremos seguros de él, una vez allí, él no nos podrá hacer nada porque estaremos ingresados en la clínica.

—Pero si tú no tienes nada.

—Voy a fingir un dolor de estómago ¿Te parece?

—¿Seguro?

—Sí. Además, no quiero quedarme solo con Jack y Louis, quiero estar contigo. Cuando vayamos a la clínica, voy a quedarme con alguna camilla que esté al lado tuyo.

—¿Y qué tal en la misma camilla?—sugiero entre risas.

—Sí... podríamos...—responde algo nervioso. Al estar abrazándolo, no tardo en darme cuenta de que empieza a ponerse caliente—. Aunque no creo que esté preparado para ese paso todavía ¿Sabes?

Después de ese comentario, yo tampoco tardo en ponerme colorado. Realmente no me refería a eso.

—Eso no era lo que quería decir... Solo... Ya sabes, conversar un poco y dormir—respondo. No creo que mis tartamudeos pasen desapercibidos ante sus oídos—. No... había otra intención.

—Ah... ¿Deberíamos ponernos en camino? Pero rápido, antes de que el profesor nos vea o algo.

—Sí, deberíamos... ¿Podemos ir de la mano, por favor?

No tardo en obtener una pequeña sonrisa de su parte, no duda en agarrar mi mano y decirme:

—Solo hasta la puerta de la enfermería.

EternityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora