Capítulo 14

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—¡Entra a la casa!—exclama mi padre mientras me hala bruscamente del brazo.

—¿Y si no quiero?

—¡Frank, compórtate por favor!

—Papá, no voy a entrar a casa. Dijiste que volviera cuando quiera casarme con Miranda, y eso no va a pasar.

—Te acabas de meter en problemas en el colegio y te suspendieron por una semana con tus amiguitos ¡Los hubieran expulsado si yo no hubiera hablado con la directora! ¿Y aún así no piensas entrar?

—Lo dejaste muy claro la última vez, y no pienso casarme con Miranda, así que allí no entro.

—Frank, tu mamá está preocupada ¿No podrías hacer esto para que no siga tan decaída?

—Pero si fuera por ti, que me muera nomás ¿No?

—Frank Klever González Del Campo...

—¿Qué? ¿Que haga lo que me dices? No entraré a menos que no me obligues a casarme con ella.

—Mira, hagamos esto—dice después de un suspiro—. Puedes volver a casa, no es necesario que te quieras casar con Miranda ¡Pero...!

—¿Pero qué?

—Vas a tener que quedarte y hablar con ella los fines de semana, además de que irás a citas con ella.

—¡Oye, eso es...!

—Haz eso por un tiempo, y si de verdad al final no te gusta, terminaremos el compromiso.

El escuchar aquello me sorprendo. Por fuera me mostraba muy normal, pero por dentro estaba celebrando, no podía creer lo que acababa de decir mi padre.

—Júralo.

—Es verdad. Aunque espero que te termine atrayendo al menos un poco, sería una pena romper un compromiso de tanto tiempo.

—Ahora sí voy a entrar a casa, gracias papá—digo esbozando una sonrisa.

Mi padre no dice nada, solo observa cómo entro a nuestra vivienda, parece que se va a quedar tomando aire afuera por un rato. Al estar dentro de casa, me dirijo a la cocina, donde me encuentro a mi papá cortando los vegetales.

—Buenas noches, mamá—es lo primero que digo al verla, sorprendiéndola y haciendo que se voltee hacia mí.

—Frank...

Me acerco hacia ella, una vez que la tengo al lado, ella me abraza fuertemente. Pude escuchar sus sollozos y aquellas palabras entrecortadas que decía. Fue un momento bastante emotivo, pero al parecer también estaba enojada, pues no pasó mucho hasta que me dio un pequeño golpe en el hombro.

—Hoy te metiste en problemas en el colegio y te suspendieron por una semana ¿Cómo crees que me siento por lo que hiciste?

—Decepcionada...

—¡Y endeudada también! ¿Sabes que tendremos que pagar por todas esas gaseosas que se tomaron?

—Perdón, mamá.

—Ay, mi cielo, solo no vuelvas a hacer eso.

—¿No hacer qué? ¿Irme de casa o hacer que me suspendan?

—Las dos.

—Perdón por hacer que te preocupes, mamá.

—Mi bebé hermoso, ya está bien. Anda a sentarte al comedor, ya mismo está lista la comida.

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