Capítulo 34

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Al final no nos sobró nada, Damián y yo terminamos gastando todo gracias a cierto lugar que teníamos que pagar si queríamos un poco de... privacidad. 

¡Pero no creí que llegaría tan tarde a casa, Dios!

A Damián, cuando llegue a su casa, de seguro lo van a matar, van a usar su cabeza para ponerla en la entrada de la casa y ahuyentar a todos... Dios, tal vez estoy exagerando, pero igual tengo mucho miedo de pensar en lo que le podrían hacer. Pero, tampoco puedo evitar volar mi imaginación sobre lo que me dirán cuando entre a mi casa casa.

Estoy parado en la puerta de mi domicilio desde hace casi media hora, tengo miedo de entrar y encontrarme a alguien en la sala esperándome. El pensar en Damián no impide que imagine que mi padre me va a colgar una vez que yo cruce la puerta.

¿Que qué tan tarde es? Cuando le preguntamos a alguien en la calle a lo que volvíamos a casa, era la una. Espera ¿Qué hacen las personas a esa hora en la calle? Mejor me callo, yo también estaba vagando en la madrugada como ellos.

Sigo dudando por unos segundos más, pero finalmente me decido a sacar mi llave y abrir la puerta. Al entrar, vuelvo a cerrar la entrada, me alivio al darme cuenta de que las luces estaban apagadas y no me contengo de suspirar. Automáticamente se enciende el foco, dándome vista a mi madre, que estaba sentada en el mueble, y a mi padre, quien al parecer fue el que prendió el interruptor al estar tan cerca de este. Los dos lucían cansados y enojados, estaban con los brazos cruzados mientras lucían como si querían matarme.

—El colegio termina a las siete y media ¿Qué haces volviendo a la casa cuando las manecillas del reloj están a punto de dar a las dos?—mi padre empieza a interrogarme, acercándose a mí, haciéndome sentir amenazado.

—¿Quieres la verdad? Me salté las clases de la tarde—contesto mientras intento observarlo de la misma forma que él me mira.

—Lo sabemos ¿Crees que hoy no se ha estado hablando de eso? ¡Dos homosexuales paseando todo el día de la mano y besándose en la calle! ¡Casi todos nuestros conocidos vinieron hoy a la casa para avisarme lo que estabas haciendo! ¡No voy a permitir que sigas jugando a ser un sucio maricón!

—¿Crees que me importa lo que pienses tú y los demás? ¡Hoy me sentí condenadamente bien por poder hacer que la gente vea ese lado que no me atrevía a mostrar!

—Frank, deja de decir estupideces y piensa como se debe.

—Ponte en mi lugar, papá ¿De verdad vas a molestarme hasta el fin de los siglos para que deje a Damián? No lo haré, realmente lo amo, y no voy a permitir que me alejes de él.

—Frank, hacemos esto por tu bien. Damián es un buen chico, pero... dos hombres no deberían estar juntos—interviene mi madre—. Tienes a Miranda, prácticamente una estrella, una chica que se ve que te quiere mucho.

Ahora no dices "No te metas, Gabriela" ¿Verdad?

—Mamá, como me defendiste ese día pensé que...

—No, no estoy de acuerdo con que tengas esas prácticas desviadoras, te defendí porque no soportaba ver cómo golpeaban a aquél niño que cargué en mi vientre por nueve meses, mi único hijo... y quien se encargará de hacer que esta familia crezca.

Al escuchar lo último, me exalto y observo a mi mamá como si no la reconociera ¿De verdad ella pensaba usarme para cumplir su sueño frustrado? ¿En serio? Siempre una parte de mí estuvo consciente de eso, pero... nunca pensé que lo escucharía salir de su propia boca.

—Tu mamá y yo queremos lo mejor para ti, así que si lo entiendes, deja a ese chico.

—¡No! ¡No los voy a escuchar! ¡No me van a impedir amarlo! ¡Damián es mi felicidad!

—¡Es imposible amar a alguien del mismo sexo! ¡Solo estás enfermo! ¡Estás confundido!—contesta mi padre, quien se muestra sumamente irritado.

—¡Di lo que quieras, pero yo no voy a cambiar de opinión!—exclamo para después respirar profundamente—. A veces... dudo sobre si realmente soy su hijo ¿No se supone que deberían apoyarme? Hasta el padre de Louis lo hace... Si realmente son mis padres... son los peores del mundo.

A continuación, me dirijo a mi cuarto y me encierro antes de que mi padre entrara. Me siento en el suelo, con la espalda en contra de la puerta mientras dejo salir mis lágrimas, escuchando cómo mi papá golpea la puerta, exigiendo que le abra, gritando e insultándome. 

EternityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora