C U A T R O

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26 de enero de 1951

Es el primer invierno que paso en la granja y descubro que el frío no es mucho más atroz que en mi aldea natal. Las temperaturas caen por debajo de los diez grados centígrados negativos, hay heladas, viento y lluvias, y cada mañana un manto denso de niebla cubre los campos de cultivo. El frío es sobrecogedor y me hace pensar, como todos los años, en aquel niño al que le tuvieron que amputar los dedos de los pies por congelación.

Siempre he odiado el invierno por lo difícil que es lidiar con su inestabilidad meteorológica, por la forma en la que el frío te cala hasta los huesos y te duele hasta el caminar, por el agua de las fuentes congelada y por las pocas horas de luz de los días más invernales. Pero este invierno me resulta sustancialmente diferente y parece no molestarme tanto.

―¿Hyori?

Es una de esas noches que hielan, las ventanas están llenas de vaho y por las ranuras se cuelan brisillas de aire gélido. Me he llevado las mantas hasta el cuello y estoy hecha un ovillo, pero aun así mis dientes castañean y mi nariz está tan fría que temo que tenga que ser apuntada, como los dedos de aquel niño. Cuando escucho la voz de Taehyung siento un escalofrío, como una corriente de calor que dura apenas unos segundos. Siempre me alegra saber que está despierto cuando yo no me puedo dormir.

―¿Si?

La habitación está totalmente a oscuras, no hay luna esta noche, y aunque la hubiera, la taparían las nubes densas que se ciernen día y noche sobre nosotros. A pesar de la falta de luz veo como estira el brazo en mi dirección, con la palma de la mano hacia arriba. Nuestras camas están a una distancia de casi un metro y medio, por lo que no me cuesta sacar el brazo y agarrar su mano.

―¡Estás congelada! ―exclama, sobresaltándome ligeramente. En cambio, su mano está caliente como una brasa y se siente demasiado bien estar agarrándole. Siento que todo mi cuerpo podría calentarse solo por ese roce. ― Ven, aquí te sentirás mejor.

Taehyung me suelta y aparta sus mantas invitándome a entrar en su cama. Dudo por unos instantes, segundos en los que mi mano vuelve a enfriarse y me pide a gritos retomar el contacto, así que salgo de mi cama y entro en la suya. Me llevo mis mantas y entre los dos las extendemos por encima de nuestros cuerpos y nos arrullamos. Enseguida noto que el calor que emana de su cuerpo es mucho mayor que el de todas las mantas juntas.

―Taehyung ―susurro ―tengo miedo de enfriarte.

―No lo haces. Pronto entrarás en calor.

Él está tumbado de lado mirándome y yo estoy boca arriba con ambas manos sobre mi estómago. No me atrevo a mirarle ni a moverme demasiado, es extraño estar a su lado así, pero al mismo tiempo se siente demasiado bien. Mi corazón late mucho más rápido que antes y creo que hasta noto un sudor caliente en mi espalda. Taheyung entrelaza sus pies con los míos.

―Estás hecha un palo, sabes que puedes moverte, ¿no?

Su aliento choca contra mi mejilla. Me estremezco.

―Estoy cómoda así.

―No, tú siempre duermes de lado. Y así duermen los muertos ―coge una de mis manos y la separa de mi estómago. Doy un sendo suspiro, como si estuviera cansada de él, y Taehyung suelta una risita grave.

―Tienes razón, dormiré como quiera.

Me doy la vuelta y por espacio de unos instantes veo sus ojos mirarme. No sé de dónde sale la luz que me permite verlos, creo que viene de dentro de él. Luego empujo su hombro hacia abajo, de tal forma que queda completamente boca arriba, y apoyo la mejilla sobre su pecho. Noto que su respiración se corta, se queda paralizado y yo lo encuentro divertido. Descanso mi mano sobre su costado, advirtiendo cada una de sus costillas, su respiración reanudada y los movimientos de su interior.

Taehyung no vuelve a decir nada pero apoya su mano sobre la mía y ambos nos quedamos así dormidos.

Tras la Guerra || KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora