D I E C I O C H O

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7 de marzo de 1957

Es un viernes por la tarde y las calles están llenas de niños que corretean alrededor de sus padres y de chicas adolescentes que caminan dadas del brazo mientras charlan animadamente. No soy mucho más mayor que ellas pero mi vida es tan diferente que ni siquiera me puedo imaginar siendo parte de ese grupo.

He salido a recoger el traje de gala de mi marido de la tintorería, pues esta noche tenemos una cita con unos amigos suyos en uno de los teatros más exclusivos de la ciudad. Al parecer, estará lleno de altos mandos militares y sus bellas esposas. El plan me lleva apeteciendo desde hace días, pues me gusta arreglarme y salir a bailar, incluso tener conversaciones triviales con personas que nunca volveré a ver. Lo cierto es que, si no fuera por estas pequeñas cosas, nunca saldría de casa más que al supermercado o a dar paseos sola por el parque.

―Ya he llegado, cariño ―digo al entrar en casa. Desde el vestíbulo se escucha una respiración pesada en medio de un silencio sepulcral. Dejo el abrigo sobre el perchero con delicadeza y entro en la sala de estar. Mi suegra está sentada en el sofá, encogida sobre sí misma, agazapada y con la mirada fruncida. Frente a ella, sentado en el apoyabrazos del sillón, está mi marido. Tiene una copa de ron en la mano, los primeros botones de la camisa blanca desabotonados y los ojos inyectados en sangre. ―¿Q-qué ha pasado?

―Por favor ―escupe mi suegra con un tono de desprecio, apartando la mirada para no verme. ― No te hagas la santa, querida.

Frunzo el ceño profusamente, sobrepasada por la confusión. Mi marido ni siquiera me mira, tiene clavada la mirada en el vaso medio vacío y en sus nudillos que siempre están tintados de un color rojizo.

―He salido a recoger tu traje de la tintorería, te lo dije antes de ir ―trastabillo, pronunciado entrecortadamente las palabras.  Sé que él no acepta que salga de casa sin avisarle antes, pero este no ha sido el caso. Incluso su madre me recordó que fuera a recoger el traje. Después de un largo silencio entrecortado por los bufidos de mi suegra continuo: ―Cariño, yo... No sé qué he hecho mal...

―Oh claro que lo sabes, Hyori ―dice con la voz pastosa, con la lengua enlentecida. Está ebrio. Es la primera vez en muchos años que me llama por mi nombre y se siente como algo sucio, feo, que simplemente no encaja. ¿Alguna vez mi nombre había sonado bonito? No lo recuerdo. ―Te invito a que vayas a nuestra habitación. Verás lo que he encontrado.

Vacilo unos instantes pero finalmente pongo rumbo a nuestra habitación, empujo la puerta entrecerrada y me encuentro con el desastre. Enmudezco y ahogo un grito al ver todas esas cartas, todas esas fotografías rotas tiradas por el suelo. En una esquina, la caja de hojalata está abierta de par en par pero ya no hay nada dentro. Rompo a llorar de la impotencia mientras me agacho e intento recuperar los trozos de papel: unos ojos por aquí, una letra descuidada pero bonita por allá, los números de una fecha por otro lado, "París" a lo lejos y arrugado...

Las cartas que me ha estado enviado Taehyung durante cuatro años han sido reducidas a pedazos, han sido destrozadas y arruinadas. En uno de los trozos aún se lee un "te quiero" y lo encierro en mi puño mientras las lágrimas rodean mi rostro y caen al vacío. Mis sentimientos pasan de la rabia, a la desesperación, al miedo, a la frustración, al dolor... Ni siquiera ya se trata de lo que he perdido, de sus fotografías en distintas ciudades del mundo, de sus historias por Berlín, de sus declaraciones de amor... No. Se trata de la revelación a mi marido de un amor que por años había sido totalmente secreto y clandestino.

Escucho los pasos de mi marido y eventualmente noto su presencia detrás de mí. No quiero levantarme ni mirarle. Mis rodillas siguen clavadas en el suelo de madera y en mis brazos recojo los últimos trozos de mi más preciado tesoro. De repente se dispone delante de mí, veo sus zapatos y su mano arrancando de cuajo todo lo que sostenía. Chillo entre sollozos.

―Eres una maldita malparida ―masculla con rabia. Me agarra de la barbilla con fuerza y me obliga a mirarle. Tiene una expresión glacial y aterradora.  ―Kim Taehyung, ¿huh? Debí haber hecho que le mataran nuestros propios soldados.

Me suelta agresivamente y bajo la mirada, llorando con más fuerza. El aire se me antoja denso y me siento atrapada, físicamente duele estar a su lado. Duele más cuando me agarra del pelo y me levanta como si nada. Suelto un gritito y le miro asustada. Por su expresión noto que ni él mismo sabe qué hacer, que en su mente hay una lucha que no puede ganar.

―¿Qué voy a hacer contigo? Dime, ¿qué puedo hacer con una esposa que juega a juegos de niños con otro hombre? ¿Huh? Una esposa que prefiere un montón de letras mal escritas antes que una familia ―masculla con rabia contenida. Miro sus ojos de hito en hito pero escucho la hebilla de su cinturón siendo desabrochada. Reconozco bien ese sonido y los latigazos posteriores en la parte de atrás de mis piernas y mis posaderas. Intento escaparme pero me agarra más fuerte del pelo y me hace chillar. ―Contra la cama, zorra.

Me lanza contra la cama y caigo boca abajo. Él presiona mi cabeza hacia abajo y continúa azotándome despiadadamente. Intento defenderme pero apoya una rodilla sobre mi espalda hasta controlarme por completo y sigue descargando su ira. Lloro, grito y pataleo pero nada le para. El dolor me arde en las posaderas y en las piernas y cuando creo que me voy a desmayar por la sensación sobrecogedora se detiene. Aparta su mano sobre mi cabeza y su rodilla sobre mi espalda. Solo escucho su respiración desacompasada. Me retiro el pelo de la cara, que se me ha quedado pegado por las lágrimas, y por el rabillo del ojo veo a mi suegra en el umbral de la puerta.

―Que no salga de la habitación hasta que yo llegue ―le dice cuando pasa a su lado. Mi suegra asiente, me mira una última vez regodeándose y sale de la habitación cerrando la puerta tras de sí.

Lenta y débilmente me apoyo sobre mis codos y abro uno de mis puños. Un papel arrugado y mojado de sudor sigue rezando un dulce y lejano "te quiero".

Tras la Guerra || KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora