N U E V E

49 5 2
                                        

29 de noviembre de 1951

El fotógrafo lleva tanto tiempo con nosotros que se me hace parte de la familia, así que cuando anuncia que en unos días se marchará para siempre se me encoge el corazón y me siento triste. Nadie parece demasiado afligido por su partida pero yo, en cambio, aprovecho todo el tiempo que puedo con él. No lo hago deliberadamente, no hay un pensamiento racional tras todo lo que hago, simplemente me encuentro siguiéndole a todas partes, sentándome a su lado en las comidas y escuchando con atención cada cosa que dice –ya sea relevante o insustancial–.

Esta es una de las primeras noches propias del invierno y nos tiene a todos sentados alrededor de la lumbre. El ambiente dentro de la vivienda es tan gélido que todas aquellas partes de mi cuerpo que no están siendo alumbradas por la leña están completamente congeladas. Estoy encogida sobre mi misma, abrazando mis piernas, mientras escucho atentamente las historias del fotógrafo. Ya no habla solo de la guerra, sino de otros países, de Europa y de occidente, de castillos y ríos hermosos, de riquezas y paisajes tan diferentes a los que conocemos que casi se hacen difíciles de imaginar.

―Me gustaría verlo con mis propios ojos ―digo en un tono que difícilmente supera el silencio. Taehyung es el único que me ha escuchado. Me está mirando desde el otro lado del círculo, su rostro destellando tonos dorados por el reflejo de las llamas, y una expresión de total concentración sobre mí. Está apoyando el brazo sobre una de sus rodillas, la otra pierna la tiene estirada y creo que ni siquiera se ha dado cuenta de que le estoy devolviendo la mirada. Debe estar perdido en sus pensamientos con sus ojos sobre mi cuerpo.

Pasa casi una hora hasta que nuestros padres, uno a uno, se van yendo a dormir. El fotógrafo también hace el ademán de irse, pero nuestras expresiones llenas de curiosidad y anhelo por el conocimiento le incitan a permanecer.

―Cuéntanos más, ¿cómo es Francia? ―pregunta Taehyung mientras se levanta. Le miro confundida hasta que me doy cuenta de que se sienta justo detrás de mí y pega su pecho a mi espalda para darme calor instantáneamente. Junta sus manos en mi estómago y yo me recuesto contra él.

El fotógrafo responde a todas nuestras preguntas. Somos curiosos e inquietos, preguntamos antes de que él haya terminado de responder el anterior interrogante. La pausa y el sosiego con el que fluía la conversación frente a nuestros padres ha dado paso a un agitado parloteo en el que ni siquiera hay tiempo para reflexionar. Incluso he dejado de sentir frío, he dejado de ser consciente de la ráfaga de viento que entra por la ventana de la sala de estar y de los sonidos de los animales nocturnos que siempre nos acompañan. Estoy inmersa en sus historias y en mi imaginación.

―Ya es tarde, niños, y creo que os he contado todo lo que sé. Deberíamos irnos a la cama.

El hombre se pone de pie lentamente, como si le pesara el cuerpo, y hago la observación de que ha engordado mucho durante los meses que ha estado con nosotros. Antes daba una apariencia de desnutrición, pero ahora la ropa se le pega al cuerpo y luce bastante más joven. Me siento alegre por haberle cuidado.

―Pero aún no tenemos sueño ―se queja Taehyung y se levanta también. De repente noto esa ráfaga de aire gélido en mi espalda y me preocupo porque es todo lo que Taehyung ha estado sintiendo en la última hora y media. Me levanto y me pongo a su lado, pasando una mano por su espalda baja desinteresadamente para notar lo fría que la tiene.

―Vosotros sois aún muy jóvenes, sabréis aprovechar bien la noche. En cambio uno ya va cansándose como un viejo ―esgrime una sonrisa desvergonzada haciendo que mis mejillas se tornen de un rojo cereza.

Nuestros padres nunca hacen referencia a la cercanía que hay entre Taehyung y yo. Puede ser que lo vean como algo normal, dado que somos los únicos niños que viven en la granja. Puede que piensen que nuestra amistad y cariño es algo inevitable debido a la proximidad. Y algunas veces yo también me lo he llegado a cuestionar, ¿querría pasar tanto tiempo con él si pudiese estar con otras personas de nuestra edad? ¿Sentiría algo como esto si no compartiese habitación con él, casa con él, vida con él? Resulta que siempre llego a la misma conclusión: no importa. Puede que sea el destino o las circunstancias los que me han precipitado a sentirme así pero dado que nunca podré desengranar la realidad para conocer el origen del sentimiento, da completamente igual quitarse el sueño con ese tipo de cavilaciones.

―Ah, una cosa antes de irme. Tengo algo para vosotros ―el fotógrafo hurga en su bolso vetusto de cuero marrón. Cuando se vuelve a dirigir a nosotros utiliza un tono triunfal, incluso diciendo tachán al enseñárnoslo: un papel fuerte, uniforme y estable. ― La cámara tuvo algún fallo y sólo pude revelar unas pocas fotografías más aparte de esta. Es igual, solo quería enseñároslo, me dijisteis que nunca habíais tenido una foto vuestra.

La imagen no era muy grande, cabía perfectamente en la palma de la mano de Taehyung, pero ilustraba una estampa perfecta. Era él de perfil, con su expresión infantil y seria a la vez, y los tirantes viejos de su padre. La fotografía tuvo el poder de devolverme a aquel día en Busan, los dos estábamos tan guapos que sería difícil olvidarlo.

―¿No tienes ninguna de ella? ― fue lo primero que dijo. El fotógrafo negó con pesar.

Más tarde, tendidos en la cama, yo seguía mirando aquella fotografía. La sujeto con delicadeza, como si fuera un tesoro muy importante y muy fácil de arruinar. Taehyung no la había tenido en su poder más que los primeros segundos.

―Te la puedes quedar ―estoy apoyada sobre él y su pecho vibra. Él tiene la espalda contra el cabecero de la cama y envuelve sus brazos a mi alrededor. Ni siquiera lo hace de forma romántica o especialmente cariñosa, hemos aprendido a estar así. A los dos nos gusta.

―Pero es tuya, eres tú el que sale en ella.

―No es literalmente mía, nos la ha dado a los dos.

―Sigue siendo tu cara la que sale aquí.

―No es justo que tú no tengas la tuya.

―No me importa. Esta foto es suficiente para recordarme aquel día.

Taehyung se estira y yo me inclino lo suficiente para dejarle que cambie de posición. Se tumba completamente y me da la espalda.

―¿De verdad no la quieres? ¡No eres tan generoso! ―suelto una risita divertida pero él no responde en lo absoluto. Tras unos segundos se sincera en un murmullo:

―Si la tienes no te olvidarás de mí cuando me vaya.

Mi corazón se encoje. Dejo la fotografía a un lado y me tumbo, abrazándole desde detrás. Pego los labios a su espalda y los mantengo durante largos segundos, como si fuera un beso muy largo.

No, nunca me olvidaría de él, ni aunque nadie volviese a mencionar su nombre, ni aunque olvidase por completo las facciones de su rostro o el tono de su voz. Nunca podría olvidar lo que él significa en mi corazón.

Tras la Guerra || KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora