15 de abril de 1951
Es uno de esos días agradables de primavera. El sol se abre paso entre las nubes, calentando la tierra fértil y tiñendo de dorado la piel aceitunada de Taehyung. En días como este buscamos estar al aire libre y orientamos nuestros rostros hacia el sol para sentir la cálida sensación que provoca.
Llevo diez meses en la granja y esta es la primera vez que salgo de ella. Hace unas semanas llegó a nuestras puertas un hombre que decía haber escapado de la zona de guerra y que necesitaba cobijo durante un tiempo. El hombre estaba famélico y, en su mirada, un efluvio de simpatía consiguió la aprobación de los padres de Taehyung. Pero personalmente, lo que más me había llamado la atención sobre él no eran sus apariencias ni su mirada bondadosa, sino la cámara de fotos que traía consigo.―Soy reportero y fotógrafo ―nos había explicado a Taehyung y a mí cuando le preguntamos acerca de aquella máquina. Eran muy caras y difíciles de conseguir, por esa razón nos encandilaba tanto, ninguno de los dos habíamos visto una tan de cerca. ― Fotografío la situación de este país y envío los negativos a periódicos y revistas. Fue en la frontera, estaba capturando la imagen de unos solados americanos fumando en las trincheras cuando un explosivo cayó a diez metros de donde me encontraba. Me impactó la metralla por toda la pierna derecha, pero lo peor fue cuando vi los cuerpos sin vida de los mismos soldados a los que acababa de fotografiar. Por eso amo lo que hago, con este pequeño artilugio capturas momentos que quedarán para siempre y creo, verdaderamente lo hago, que nadie se habrá ido del todo mientras quede una pequeña representación de él en el mundo.
Taehyung había escuchado al hombre con toda atención, orientando sus hombros hacia él y con la boca semiabierta. Aquellas palabras significarían mucho para nosotros en el futuro, aunque a cada uno a su manera.
Pero volviendo a la actualidad. El fotógrafo ha conseguido un coche para viajar hasta el puerto y seguir con su trabajo allí, y nos ha invitado a Taehyung y a mí a ir con él. Los dos estamos emocionados: yo tengo muchas ganas de ver el mar y Taehyung está encantado por acompañar al hombre cuyo trabajo admira.
De camino al puerto hay cambio de planes, no tenemos suficiente gasolina ni dinero para pagarla, lo más lejos a lo que podemos ir es al centro, Busan. Al fotógrafo no parece importarle pero yo me siento un poco defraudada.
―Lo siento ― dice Taehyung. Dejo de mirar por la ventanilla y fijo mi atención en él. Nuestros cuerpos se sacuden frenéticamente con el traqueteo del coche. ― Quería haberte enseñado el mar.
Me doy cuenta de que el cambio de planes también le ha afectado a él, aunque creo que en el fondo le parece más atractiva la idea de ir a Busan. No lo he dicho hasta ahora, pero hoy se ve especialmente atractivo. Nuestras madres nos han conseguido una ropa elegante y nos hemos acicalado más de lo que solemos hacer bajo la promesa del fotógrafo de que nos haría alguna instantánea. Taehyung lleva unos pantalones anchos marrones, una camisa de algodón blanco y unos tirantes oscuros que le dan un aspecto infantil. En mi caso, mamá me ha conseguido un vestido de cuadros color sepia con un cinturón que marca mi cintura. Nuestros atuendos son viejos, medio desteñidos y, en el caso de los pantalones de Taaehyung, están roídos los bajos. Pero estamos felices de poder llevarlos y nos sentimos importantes y adinerados.
―No te sientas mal ―le digo con una sonrisa de labios fruncidos. ― Podemos ir en otro momento.
Pasamos todo el día en Busan, siguiendo los pasos apresurados de nuestro guía. El fotógrafo captura situaciones casuales, como un niño corriendo tras una pelota o una anciana empujando su bicicleta medio destartalada. En la ciudad hay mucha pobreza y mucha hambre, algunos edificios están destruidos y la mayoría de casas son chabolas como en las que yo solía vivir. La granja, en comparación con esto, me parece el paraíso.
―¡Hyori!
Taehyung grita mi nombre. Mientras esperamos a que el fotógrafo termine la ronda alrededor del barrio, él ha encontrado dos bicicletas aparentemente abandonadas. Corremos hasta ellas.
―No creo que pueda subir, llevo vestido ―pienso detenidamente. Taehyung ya se ha subido a la suya, la cual no es más que dos ruedas y cuatro piezas metálicas oxidadas. La mía es un poco más nueva y parece más segura.
―Vamos, no seas cobarde. Nadie te va a mirar ―dice en tono jocoso, apoya el pie en el pedal y comienza a alejarse. Luego gira la cabeza, sus cabellos oscuros cubriendo sus ojos y ondeándose con el viento. ― ¿Te vas a quedar ahí parada? ¡Vamos, no me dejes solo!
No quiero dejarle solo. Me monto en el sillín, aliso la falda de mi vestido y pedaleo hacia él. En cuanto el viento choca contra mi rostro y él me mira, satisfecho, me pongo a reír. Es tan divertido que no puedo parar, quiero más velocidad y me gusta que él intente arrebatarme el primer puesto. Su bicicleta es más lenta, suelta improperios contra ella entredientes y yo me rio cada vez más fuerte.
―¡Vamos, Tae! ¡Me estás haciendo esperarte! ¡Eres terriblemente lento! ―grito entre risas y tuerzo el cuello para verle pedalear con todas sus fuerzas. Parece que la bicicleta se va a desestabilizar en cualquier momento pero consigue alcanzarme. El viento separa sus cabellos a la mitad y puedo ver su frente, lo cual me resulta totalmente cómico.
En ese momento, mientras atravesamos un barrio de chabolas, mugre y suciedad, mientras dejamos atrás a ancianos, niños desnudos y soldados malheridos, nuestro júbilo es tan grande que no reparamos en todo eso. Solo somos dos jóvenes que al atravesar las calles dejan un eco de gritos y carcajadas. El mundo entero son risas, es seguridad a pesar de ir sobre dos ruedas que están a punto de salir volando, es la melodía de su voz hecha a gritos, son mis pulmones llenos de aire puro. Solo por un instante, dejo las emociones a un lado y pienso cabalmente: quiero estar así siempre, quiero estar siempre a su lado.
―Ey Hyori, ¡cuidado con el vestido!
Taehyung me ha alcanzado y se acerca tanto a mí que la distancia le permite apoyar su mano sobre mi muslo descubierto. Entro en pánico y mis piernas se paralizan, lo cual le permite a él tomar la delantera. Se aleja riéndose como un niño.
―¡¡Kim!! Eres un perdedor y un tramposo ―le digo cuando por fin nos bajamos de las bicicletas. Estoy molesta y no soporto que siga diciendo que él ha ganado la carrera.
―Ah, me encanta cuando dices mi nombre ―se sacude el pelo con las dos manos y se sienta en unas escaleras. Yo gruño y dejo mi bicicleta en el suelo, al lado de la suya.
―Kim ni siquiera es tu nombre, es Taehyung ―replico cruzándome de brazos.
―Sí, me encanta ―sonríe mirando a algún punto lejano. Su respiración esta agitada y a través de su camisa blanca noto como su pecho se eleva cada vez que coge aire.
―¿Kim o Taehyung?
Cierra los ojos. Echa la cabeza hacia atrás. Sonríe.
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Tras la Guerra || KTH
Fanfiction1950, las tropas norcoreanas traspasan el paralelo 38 dando inicio a una de las contiendas más sanguinarias de la historia, la Guerra de Corea. Park Hyori huye con su familia hacia el sur del país, donde consiguen alojamiento en una granja a las afu...