Perdóname... señor

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René vació su cargador sobre el indefenso Pietro, su rostro, inexpresivo y cruel, no daban lugar a dudas, estaba acostumbrado, era su oficio, René no era otra cosa que un asesino profesional, veinte años matando por dinero y... placer, sí, disfrutaba matando.

De pronto se escuchó un grito femenino agudo y aterrorizado que, quedó enseguida ahogado tras el certero lanzamiento desde la mano izquierda de René de una navaja de resorte que fue a clavarse, tras un sonoro clic, que sonó espantoso, y con gran exactitud en la yugular de la muchacha que, tras llevarse las dos manos al cuello, cayó aparatosamente de espaldas. Fue entonces cuando René, el asesino frío y cruel,  sin sentimientos, se fijó en un detalle que, por instinto de supervivencia, no había observado hasta ese instante; la muchacha estaba embarazada y, al caer de espaldas al suelo su falda amplia se le había subido hasta media cintura dejando al descubierto unas más que formidables piernas y… que estaba dando a luz!! Por primera vez en su vida, René, el asesino sin corazón por excelencia, se estremeció, algo en su interior, de acero y diamante, se resquebrajó, se partió por la mitad dejándole sin resuello y sin aliento. Nunca en su vida había sentido “aquello”, bueno sí, cuando mató a su madre… en la quería pero ella a él no, ella a él lo odiaba. No pudo resistirse Juntó sus dos manos y..., rezó, rezó en voz alta… fueron dos frases, solo dos… perdóname señor.

DISPARIDAD DE MICROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora