DISPARIDAD DE MICROS

UN CONSEJO SANGRIENTO

 «Cepillo» detuvo sus cansados pasos ante la puerta, no quiere perder más tiempo pero, la puerta, le impone.

En la calle se espesa la niebla, y el miedo entra en él con tanta fuerza que ya no hay más disimulo... «Esa puerta, hay que abrirla».

La puerta chirría, se queja de la molestia, tanto tiempo cerrada y ahora... ¿quién se atreve a molestarla? No se escucha otro ruido que la respiración agitada del intruso.  Este entra silenciosamente siendo absorbido por una oscuridad total. No enciende ninguna luz, pese a no haber estado nunca, sabe perfectamente lo que quiere o a dónde va, se deja guiar por su excelente olfato. El final está próximo, ¿Quién se lo va a impedir? Un chasquido a sus espaldas le produce un frío escalofrío. «¡Saben que está allí!» No pierde el tiempo, se lleva la mano al bolsillo trasero del pantalón y saca una navaja que lleva oculta...

No se lo piensa, despliega la hoja de la navaja en un centelleante movimiento de zig, zag... Se gira veloz como una centella, lanzando una fiera estocada hacia su “enemigo”.  Sus ojos se abrieron desmesuradamente, de una manera inhumana... no podía creerse lo que le ocurría, aquel dolor tan insoportable que sentía en su pecho.
Se le iba la vida, y no podía explicar el porqué, pero la vida se le iba... ¡Estúpido!  Se dijo, angustiado, ni se había percatado de que en la oscuridad de la habitación, su espalda tocaba con la pared, y al girarse... con tanta brusquedad y querer hundir la navaja en el cuerpo de su enemigo, dio contra la pared...

La navaja se le hundió profundamente en el pecho, clavándose hasta el fondo, en su aterrorizado y enfermo corazón. La sangre lo salpicó todo, formando un rio a sus pies…
Una siniestra figura salió entonces de entre las sombras y se aproximó al cuerpo agonizante de "Cepillo" En su rostro una sonrisa cínica le cruzaba toda la cara.  le puso una nota en el pecho, aún palpitante. La nota decía así: 

«SEÑORES... LA "MIERDA" NO SE LIMPIA SOLA».

FIRMADO: Don limpio.