SIN ENTRAÑAS

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Sin entrañas, ese era el nombre impuesto, el que le impusieron el día en qué nació, ¿Y por qué? Un motivo sin importancia… su madre, la que le dio a luz, murió al nacer él.

¿Qué culpa tenía o tuvo él?...  ¡Toda! Papá se lo dijo; «Hijo, estaba escrito en las estrellas». Tres, tan solo tres estrellas, (su papá era astrónomo) y él fue el que lo vio todo escrito en ellas. Tenía que ser así; un catorce de abril, a las nueve de la noche, sería engendrado, un ser sin sentimiento, alma, ni entraña, que, nacería la noche de reyes, justo al aparecer en el cielo las tres estrellas, y se convertiría en un ente de horror, espanto y muerte…

Nunca quiso hacerlo, ― nunca quiso hacerlo― pero no tuvo otra opción… su papá se lo pedía cada noche… al acostarse, se acercaba al vientre de mamá y se lo pedía… muy suave, «Mientras, ella, dormía» ― come, hijo, come… ―. Y yo… comía.

Hasta que nueves meses más tarde… nací, y, ya no había más que comer… Bueno, sí, solo que dejé que mi papá me bautizara, y, después… también me lo comí… «Me había quedado con hambre…».

DISPARIDAD DE MICROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora