Jason se movía silenciosamente, no esperaba que nadie supiera lo que iba a hacer, pero, tampoco se fiaba. Miss Alexandra, era una preciosidad, también muy joven, además... era virgen, cosa que a Jason, le volvía loco.
Ya estaba cerca, a escasos metros y a punto de lograr su objetivo... nadie se percataría de su presencia en esa oscuridad que lo inundaba todo. Lanzó un leve silbido, más parecido a un gorgorito.
Miss Alexandra, no debería tardar en asomarse. Pensaba. Habían quedado en que él la esperaría debajo de su balcón y que tras un leve silbido de él, le tiraría la llave para entrar en sus aposentos donde ella estaría esperándolo.
Le pareció incluso escuchar una suave voz llamándole por su nombre, “Jason”.
No tuvo tiempo para pensar, ni siquiera a prever lo que ocurrió.
Un golpe, y Jason, cayó rodando por el césped. No pudo hacer nada cuando una fría y estilizada daga, le atravesó por entero el corazón.
Tuvo tiempo sin embargo de escuchar una risa que le pareció lejana pero conocida, y una voz femenina que le decía; «lo siento cielo, Miss Alexandra no podrá acudir hoy a la cita pero te manda recuerdos».
Recordó aquella voz: ¡Mary...! quiso lanzar su último grito, y solo echó sangre a borbotones por la boca...
Le vino por último a la mente, aquel cálido verano, cuando hizo suyo, un sueño.
Poseer a la mujer más bella de la alta sociedad inglesa, y cómo después de lograr su propósito, jamás acudió a su siguiente cita; dejando a una jovencita destrozada y rota. Segundos después moría ahogado por su propia sangre.
Por ello nunca se enteró de que, Mary Elizabeth Clayton Tisdale. Fue repudiada por sus padres, al quedarse embarazada. Dio a luz a su hijo. Resultó ser un varón, que midió al nacer; Cincuenta y tres centímetros y pesó tres kilos ochocientos cincuenta y dos gramos, rubio y con los ojos igual de azules que su madre. Que tras su nacimiento, sin pasar por las manos de su madre «mucho menos, de su pecho». Fue dado en adopción, muriendo tan solo dos semanas más tarde de tuberculosis.
La madre fue informada posteriormente, en el lugar donde estaba recluida «el convento de las hermanas carmelitas». A modo de venganza por su propio padre, «como medida disuasoria para que no se volviera a repetir». Tampoco se enteraría, Jason, de qué nada más enterarse de la muerte de su hijo, Mary, abandonaría el convento prometiéndose así misma que no pararía hasta darle muerte al cobarde que la preñó: padre de su difunto hijo. Dejándola abandonada a su suerte después de deshonrarla.
Cosa que al fin, había conseguido.
Su venganza estaba cumplida. «Descansa en paz hijo mío» Murmuró, Mary, mientras sacaba la daga del pecho sangriento de Jason. Los ojos de Jason, aún abiertos, parecían no entender lo que le había ocurrido.
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DISPARIDAD DE MICROS
KurzgeschichtenMicros, salvando la realidad, siempre intempestiva y falsa.