La Bestia

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La recorrió por entero con su lengua dejándola surcos de babas y restos de comida no digeridas mientras ella parecía morirse de asco y arcadas. A él no le importó. Siguió con su juego de lujuria sin importarle el asco de su víctima. Una vez satisfecho su paladar, se volcó en separarle bien ampliamente las piernas y en penetrarla sin más preámbulos. Un grito de dolor se escuchó en aquel callejón sucio y oscuro. Ahogado eso sí por los berridos y gemidos de la bestia que la poseían sin alma. Una vez satisfecha sus ansias, la bestia se puso en pie y ayudó a su "víctima" a levantarse con calma mientras que con voz dolorida le decía; "nunca entenderé que disfrutes con estas salvajadas, ya no puedo -concentrarme-". Ella lo miró con ojos rabiosos, de diabla encelada y le contestó; ¡Tú échame otro polvo y calla!

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DISPARIDAD DE MICROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora