Mario, un tío perfecto
Atrapado. Totalmente desnudo, en aquella cama de uno noventa por noventa.
Mario se sentía atrapado e indefenso. Sentía frío en todos sus huesos, y no es que hiciera especialmente frío, no. Era verano, el mes de julio, así que el frío brillaba por su ausencia. No, el frío era por otras causas, tenía tanto miedo… Y no era para menos.
Justo enfrente de la cama estaba ella, no sabía cómo se llamaba; morena, de cabello y de tez, de ojos grises, muy fríos. Estatura mediana, de abundantes y hermosos pechos, cadera ampulosa, culo respingón y duro. En ese mismo momento lo miraba fijamente detrás de un carrito de cirujano. Parecía estar preparando los instrumentos quirúrgicos de lo que se suponía iba a ser una intervención quirúrgica.
A Mario, se le erizó aún más la piel ¡No entendía nada! ¿Qué es lo que hacía él allí? ¿Y por qué se encontraba atado de pies y manos, los cuatro apéndices, atados en forma de cruz? Se estremeció… No recordaba nada. Su mente intentaba recordar, iba de atrás hacia adelante y de hacia adelante para detrás y nada.
― ¿No recuerdas nada verdad, cariño? ― Preguntaba en ese instante la morena.
Ante los ojos de confusión y miedo de Mario, la morena continuó.
―No te preocupes, la confusión te va a durar sólo unos minutos más luego te acordarás de todo ―. A Mario, le pareció que a la morena le rechinaron los dientes. Pero, era cierto lo que decía, empezaba a sentir como un hormigueo en los dedos de los pies y de las manos; Era curioso, pero empezó a notar frío también en sus partes, concretamente en la parte de…
― ¡Diooooosssss noooooo! ¿Qué han hecho, nooooooooo?― Su mirada desorbitada miraba hacia sus íngles, y donde antaño mostrara un miembro viril y orgulloso, ahora…
¡No había nada! ¡Estaba castrado, no le quedaba más que un horrible y sangriento agujero! El Desgarrador grito de Mario, fue rápidamente ahogado por unas compresas de algodón puestas velozmente por la morena en su boca y selladas con precinto quirúrgico.
― No te sulfures, esto no es nada para lo que te espera ―. ¡Andrea! Llamó. Se abrió la puerta y entró una joven en la habitación vestida de enfermera.
Mario, poco a poco empezó a recuperar el movimiento de sus manos, pies y… el dolor de la laceración del apéndice viril cada vez lo volvía más loco. Seguía sin entender por qué todo aquello, no recordaba nada.
Viendo su angustia y su desconcierto, la joven, una pelirroja pecosa y de ojos azules, se acercó a él mientras le decía;
― ¿No te acuerdas, puerco? ¿Aún no nos reconoces? ― le escupió al rostro.
Mario, negaba rápidamente con la cabeza en un movimiento constante, negando repetidas veces de una manera totalmente aterrorizada.
La morena y la pelirroja se miraron la una a la otra, después, a un gesto de la morena, la pelirroja, comprobó todas las ligaduras, centímetro a centímetro, no podían dejar que se soltara mientras… operaban.
Para entonces, los efectos de la droga habían pasado y Mario, era totalmente consciente y sentía todo su cuerpo, «mejor le hubiera venido no sentirlo» Cuatro horas les llevó la «operación» Suerte que en ese tiempo, Mario, había despertado y perdido el conocimiento, lo menos diez veces.
Finalmente, las chicas se apartaron de la camilla y apartaron también el carrito quirúrgico. Se miraron satisfechas.
― Lo único que me no me gusta es que no nos haya reconocido ― confesó la pelirroja, con un evidente enfado.
― Es por el shock, no te preocupes, cuando despierte lo hará, y sabrá que no se puede ir por ahí, violando a jovencitas, el muy cabrón, y salir impune por culpa de esos malditos jueces machistas―. Se agitaba por momentos la morena. La amiga la tranquilizó dándole un apasionado beso.
Luego, se acercaron hasta estar bien cerquita del rostro de Mario, cada una por un lado y le dijeron:
― Ya no podrás violar a nadie más… eso sí, no podemos garantizarte ni estar seguras de que… No te violen a ti. Felicidades… Quedaste perfecta… Marion.
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DISPARIDAD DE MICROS
Short StoryMicros, salvando la realidad, siempre intempestiva y falsa.