Diego se resistía a subir, tenía demasiado miedo… y eso que sus pulmones estaban a punto de estallar, aún así se negaba a salir del fondo de la piscina. Sus ojos, parecían ya dos huevos fritos de abiertos y desencajados que los tenía. Y sus mejillas aparecían hinchadas y de color morado oscuro. Estaba a pocos segundos de morir ahogado... y lo sabía.
Una mano huesuda, descarnada y terrorífica tiró entonces de él mientras oía una voz profunda y ronca que le decía; «que no, chico, que no soy la muerte, sino, el socorrista».
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DISPARIDAD DE MICROS
Short StoryMicros, salvando la realidad, siempre intempestiva y falsa.