SIN PIEDAD

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Sin piedad

Con poca luz, el rojo de sus ojos se apagaba tras el descanso. El castigo fue demasiado grave y terrible, tan cruel y despiadado que, su cuerpo era un autentico manantial de sangre… casi parecía  que en vez del cuerpo, le hubieran querido azotar el alma. ― ¡Levántate, perro! ―Un nuevo latigazo de su verdugo, hizo que su cuerpo se estremeciera y comenzara a temblar. Jesús volvió a levantar su mirada al cielo, sus ojos eran dos mudas súplicas y un grito desgarrador, sin embargo, sabía que todo aquel sufrimiento era un camino obligado… y no se quejó.

DISPARIDAD DE MICROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora