―Cariño, perdóname! ―gimió Sam lagrimeando y con el rostro descompuesto. (Siempre lo hacía, después de maltratarla lloraba y la pedía perdón).
―Claro que sí cielo― contestó Gina mientras movía su mano izquierda con celeridad llevándola a su corpiño y empuñando un pequeño punzón de picar hielo pero, muy afilado. A Sam no le dio tiempo ni de gritar cuando éste, manejado con mucha habilidad y precisión por Gina, se le clavó en su ojo derecho incrustándose en su cuenca hasta el fondo. Cinco horas antes...―¡Calla puta―la bofetada impactó con enorme fuerza y violencia en el rostro amoratado y demacrado por el sufrimiento de Gina, por mucho que ésta intentaba por todos los medios a su alcance esquivarlos interponiendo sus golpeadas y débiles manos delante como parapeto. La crueldad de Sam no tenía límites, las palizas eran a diario y por motivos diáfanos que solo habitaban en la mente infame de aquel enfermo. Gina, mientras era golpeada salvajemente por Sam, solo pensaba en sus hijos, en sus pequeños, Sara, una pecosa y divertida niña de diez añitos, a la que ya se le hacía muy difícil ocultarle lop que le hacía a su mamá su papá... Roger, un chicote de siete años, robusto y sanote, al que tampoco era fácil contarle cómo mamá tenía siempre su bello rostro amoratado y con rastro de sangre seca... y Selene, su pequeña luna, como la llamaba ella, una bebita rubita de ojos azules, de tan solo tres años, la tuvo a la fuerza, cuando se quedó embarazada cuatro años después de haber tenido el suficiente valor y abandonado a ese maldito cabrón de Sam, su esposo. Él la secuestró y violó desde entonces sin importarle, no solo dañarla a ella sino con ello también a sus otros dos hijos...
―Por favor, manden una ambulancia, acabo de matar a mi marido― fue la escueta frase que pronunció Gina al teléfono antes de caer al suelo desvanecida y agotada.
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DISPARIDAD DE MICROS
Short StoryMicros, salvando la realidad, siempre intempestiva y falsa.