EL BOSQUE DE OLIVOS

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Isabel corría velozmente sujetando su falda con una mano, su pecho agitado, parecía rugir de agitación y cansancio pero, no aminoraba su marcha. Parecía correr sin una dirección fija, solo, corría y corría… En sus ojos verdes, ―como el mismo bosque de olivares por dónde corría ―, fluía ríos de lagrimas sin control, Por fin, exhausta, dejó caer su cuerpo fibroso y ágil, sobre la madera de un solitario olivo de más de cien años  y allí mismo  dejó libre  su tristeza y llanto que, al caer a tierra, cerca del tronco grueso y viejo del Olivo, provocaba  pequeñas lagunas.  Desapareciendo absorbida por la tierra apenas unos segundos más tarde.

De repente, desde las profundidades del tronco del Olivo, escuchó una ronca voz pero, a la vez, dulcísima que, le daba las gracias por tal derroche de amor hacia él.

 Entonces fue que se dio cuenta de que, estaba en el único olivo, seco, sin frutos y sin vida de todo el bosque de olivos. Y además se dio cuenta de otra cosa. Cuando todo lo crees perdido y piensas que, ya no hay nada peor, te encuentras que, siempre hay alguien que está peor que tú. ―Aunque eso, muchas veces, nos sirva de bien poco ― Y lo obviemos.

DISPARIDAD DE MICROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora