Primer día.

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—Llegamos —Me despierta Lindsay.

Bostezo y me estiro en el asiento de copiloto. Lindsay baja del auto y abre la cajuela para sacar el equipaje.

—¿Podrías mover tu culo y ayudarme? —grita mi amiga desde la parte de atrás.

Abro la puerta de mala gana y rodeo el auto hasta llegar al lado de Lindsay, quien está sacando una maleta color morado. Yo tomo mi equipaje de ruedas y lo dejo en el suelo.

Miro a mi alrededor y me percato de que es un pueblo en una montaña lleno de cabañas pintorescas, hechas de madera. Más que una excursión parece un retiro espiritual.

—¡Bienvenidas! —Un hombre alto de cabellera negra y piel clara sale de la nada. Por su aspecto un poco mayor diría que tiene unos 37 años—. Nombres, por favor —solicita en tono amable.

—Lindsay Fuller y Sarah Parks —digo cansinamente, producto de mi somnolencia.

El chico revisa minuciosamente una lista y al encontrarnos nos dedica una sonrisa.

—Bien, ustedes tienen la cabaña número 24. Síganme —ordena emprendiendo el camino.

Es una cabaña muy acogedora y rústica, cosa que realmente me gusta mucho. Está compuesta por una habitación con dos camas individuales, un sofá muy cómodo, una mini cocina y el baño. Al dejarnos en la puerta, el guía nos explica que en realidad no es una excursión como tal porque podemos hacer lo que queramos, es más como un viaje en grupo, de hecho, hay un bar-restaurante y un lago donde van a haber muchas actividades. Por otro lado, se puede montar a caballo y hay un mercado de artesanías.

Cuando terminamos de instalarnos, nos disponemos a salir a recorrer el lugar. Pero justo en el porche de la cabaña, advierto a Andrew Miller en la entrada de la cabaña vecina —Definitivamente odio mi suerte—. Está de espaldas hablando por teléfono en una posición relajada. Voy a girar sobre mis pies para que no note mi presencia, pero en ese preciso instante él finaliza la llamada y repara en mí.

—Hoyuelos— dice acercándose sin dejar de sonreír.

—Hola— saludo un poco contrariada, maldiciendo por enésima vez mi suerte—. Creo que tendré que considerar ponerte un apodo también —bromeo.

—¿Por qué no?

—¿Qué te parece... —Hago un escaso esfuerzo para pensar—: mi payaso? —me burlo.

—Aunque me guste la manera en la que te has referido hacia mi como algo tuyo, sería muy bonito de tu parte si pensaras en una buena cualidad mía para ponerme un apodo, tal como hice yo contigo.

—Pero es divertido —Me mira ceñudo—. Bien, pensaré en otro.

—¿Te parece si salimos a caminar?

—Justo a eso iba con Lindsay —comento como indirecta para que retire su oferta, pero al terminar la oración la puerta se abre de par en par y mi amiga aparece en el umbral.

—Pero puedes ir con nosotras —sugiere esta, resuelta.

Ella sale por completo de la habitación y se queda mirando a un chico que está en la misma cabaña de la que vino Andrew. Está distraído mirando hacia la nada.

—Lindsay —la llama Andrew con una sonrisa divertida. Ella da respingo, como una niña a la que acaban de descubrir en su travesura—. ¿Qué miras?

—Nada.

—Ven acá —Andrew toma su brazo y jala de él.

—¿A dónde me llevas? —Lo frena soltándose de su agarre.

Amnesia "Solo se vive una vez"  (Completa - EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora