Memorias que duelen. (Parte II)

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En las semanas siguientes a mi cumpleaños, Andrew me lleva a una montaña alejada de la ciudad, luego a unas cabañas, a un lago, a la universidad, a un parque cerca de la casa de mis padres, al puente Thomas, a donde fue nuestra fiesta de graduación, al Bar de Siempre de la ciudad, a su casa y a un parque mecánico; en cada lugar me explicaba lo que habíamos hecho o dicho, siempre sonando nostálgico y añorando esos tiempos, pero pese a todos sus esfuerzos, todo fue en vano, sigo sin recordar nada.

En este momento estamos en el Monte Lee, otro de los lugares supuestamente icónicos de nuestra relación, pero yo aquí, solo recuerdo las veces que mi padre me trajo cuando era pequeña. Mi última memoria en esta montaña es una de cuando tenía 16 años, solo eso.

—¿Nada? —me pregunta Andrew, mirándome impasible.

Yo niego con la cabeza sin mirarlo porque sé que al hacerlo, sentiré pena por él.

—Pero gracias por traerme aquí, me has hecho acordarme de mi niñez —digo, tratando de animarlo un poco.

—No hay de qué.

Veo como sus labios se vuelven una línea y su rostro se nota con una aflicción que viene desde adentro de su ser. Yo cierro los ojos para no sentirme tan mal, pero es inútil, tengo que admitir que me he encariñado con el chico y no es para menos con todo el tiempo que me ha dedicado y las esperanzas que sé que ha puesto en todo esto. Sin embargo, no puedo hacer nada para motivarlo, siento que aunque estamos en el mismo lugar, millones de millas nos separan, los dos estamos demasiado preocupados por nuestra alma destrozada que realmente no le prestamos atención al otro, o por lo menos así me siento yo.

—¿Te quieres acostar para mirar las estrellas un rato? —lo invito con timidez.

Él me mira y un brillo que solo veo de vez en cuando, aparece en sus ojos cafés. Andrew me dedica una sonrisa y por alguna extraña razón, algo dentro de mí se estremece de tal manera que le causa un repentino escalofrío a mi cuerpo y se me erizan los vellos.

—Por supuesto, hoyuelos —accede con un aura juvenil, sin dejar de sonreír.

—¿Por qué me llamas así? —pregunto, después de unos segundos de habernos echado en el césped.

—Estaba esperando que preguntaras eso —Me mira y sus pupilas continúan brillando. —La primera vez que te llamé así me preguntaste también, fue la noche de nuestra casi primera cita. ¿Recuerdas cuando te conté acerca de aquel reto en el que tuve que hacerle una broma a la profesora y terminamos invitándola a cenar? —Yo asiento enérgicamente de modo que hago que la grama suene—. La primera llamada que te hice fue ese día, era para confirmar la hora en la que te iba a recoger, y esa también fue la primera vez que te llamé de esa forma —Hace una pausa para sonreír—. Al instante, preguntaste por qué, justo como ahora.

«Pon Stuck In Love de Kim Kyung Hee»

—¿Y qué me respondiste? —insto, impaciente.

Andrew escruta por unos interminables segundos mi rostro y vuelve a sonreír tiernamente. Al verlo así, con esa dulce expresión y a pocos centímetros de mi rostro, mi corazón se comienza a acelerar de una manera inhumana.

—Que lo hago porque me encantan los hoyuelos en tus mejillas cuando sonríes —repone con voz ronca.

Él se queda mirando mis ojos fijamente y mi bombeador de sangre palpita aún más rápido, su penetrante y profunda mirada me hipnotiza y no puedo evitar quedarme embelesada, observándolo

Inconscientemente, voy bajando mi vista, admirando el contorno de su nariz, sus mejillas hasta encontrarme con sus rosados labios que forman una traviesa sonrisa. En el momento en el que mis ojos hacen ese recorrido veo cómo Andrew tensa la mandíbula, sin embargo, yo no me inmuto, sigo perdida en esa pequeña fracción de su cuerpo y, por primera vez, siento como un caliente se asienta en mi vientre, al tiempo que una sensación lasciva se apodera de mí. Y como si Andrew lo hubiera deducido, él va desapareciendo cada centímetro que nos separa con inseguridad. No sé el porqué, pero no puedo moverme, es como si una fuerza invisible y a la vez extremadamente intensa me hace querer acércame cada vez más a él, tal como el hierro y el imán. No soy consciente en el momento en que su respiración se ha unido con la mía y como instinto, cierro los ojos. Siento como la piel de sus labios rozan los míos, él toma mi rostro con una de sus manos, haciendo juntar más nuestras bocas y una lujuria que nunca antes había experimentado se apodera de mí, mis músculos se relajan y el frío que había en mi cuerpo se desvanece. Andrew me besa con dulzura y delicadeza mientras yo no pienso en nada, mi cerebro está sedado por las sensaciones que estoy experimentando y no es hasta que él golpea levemente su lengua contra la mía que me doy cuenta que este es mi primer beso.

Amnesia "Solo se vive una vez"  (Completa - EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora