Traumas por Amor.

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Los destellos de luz provenientes de los relámpagos se filtran entre las ventanas del apartamento, así como el sonido de las gotas de lluvia al toparse con el vidrio de las mismas.

—¿Esas son las últimas? —le pregunto a Andrew señalando las dos cajas pequeñas que tiene en las manos.

—Sí.

—Bien.

Me dirijo a la cocina para sacar los víveres de las bolsas, los acomodo en su lugar con ayuda de Andrew y prendo la estufa.

—¿En serio tu padre no se quiso despedir de ti? —inquiere él, sentándose en una de las sillas de la isla.

—Sí —afirmo con desgana—. Él aún no entiende porqué quiero vivir sola. Además, no es como si me hubiera ido a otra ciudad —agrego con voz cansina.

—Tienes que comprenderlo, amor, tú eres la niña de sus ojos y fuiste la primera en irse de casa —dice en un tono dulce, tratando de justificarlo y de apaciguarme.

—Yo lo entiendo, pero tienes que admitir que está tomado una actitud muy infantil —refuto mientras corto con un tanto de agresividad los tomates para la salsa de la pasta.

—Cambiando de tema, ¿ya compraste el vestido para la premier?

—Pensaba ir mañana y que me acompañaras, ¿puedes?

—Por supuesto que sí —accede y me dedica una tierna sonrisa.

Nos quedamos mirando fijamente a los ojos por unos largos e insoportables segundos. Aparto la vista cuando llego a mi límite y echo los tomates en la licuadora para ponerla a funcionar.

Andrew me observa, detallando cada uno de mis movimientos con una media sonrisa seductora. Aún me pongo nerviosa cada vez que él me mira de esa manera, con admiración y deseo al mismo tiempo.

Me dirijo a uno de los gabinetes para tomar dos copas con las manos un poco temblorosas, después tomo el vino que está en la isla y lo sirvo lentamente para no derramar nada a causa de mis nervios.

—Ya te he dicho que no me mires así —reprocho vertiendo el vino en las copas sin mirarlo.

—¿Por qué? —pregunta con la maldita voz ronca y varonil con la que sabe que agudiza mis nervios—. ¿Te pongo nerviosa? —No respondo—. Sabes que por eso lo hago, ¿no?

Dejo la bebida reposar en el mesón de porcelana y levanto la mirada para encararlo; una vez más, sus ojos se fijan en los míos, ni siquiera pestañea y tiene una mirada tan profunda que me hace estremecer.

Él se nota relajado, mientras yo estoy hecha un manojo de nervios con el pulso descontrolado y el corazón a todo lo que da, mientras suplico internamente para que desvíe sus ojos cafés de una buena vez o me volverá loca.

—Te amo —dice repentinamente.

Me paralizo e intento decir lo mismo, pero no puedo, no me sale la voz. Por mi cuerpo se desprende una corriente eléctrica que pasa a través de todos mis nervios, para finalmente llegar a mi cerebro y causar un corto circuito y que mi sistema motor sea inútil, que no pueda mover ningún músculo; eso es lo que él produce en mí, un desasosiego desgarrador e incontrolable.

Andrew advierte que yo no respondo, que sólo me quedo ahí, paralizada como roca y no hace más que sonreír y levantarse. Yo sigo mirando el mismo punto fijo cuando siento la piel de su mano rozar con la mía, rápidamente la toma con propiedad y le da un pequeño apretón; esa acción, ese leve movimiento me hace desequilibrar emocionalmente aún más.

Adivino que todas mis hormonas, sobre todo, la oxitocina y la clorofila actúan en mí de manera descontrolada; mis manos sudan, mi respiración es casi inexistente y si tocas mis mejillas es posible que te quemes.

Amnesia "Solo se vive una vez"  (Completa - EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora