Solo fue un sueño.

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—¡Sarah, levántate que vamos a almorzar! —Es mamá, está en mi cuarto.

Esperen un momento ¿qué demonios hago en mi cuarto? ¿Qué acaba de pasar? ¿Acaso eso fue... un sueño? 

—Ya bajo, mamá—digo para que se tranquilice y me deje sola.

Aún siento el calor, esa sensación electrizante y desgarradoramente excitante. No puedo creer lo que he soñado, definitivamente me tengo que sacar a Andrew de la cabeza o me voy a volver loca... ahora lo que me inquieta es que ¿realmente quiero hacerlo? ¿En serio me gusta? 

«—NO, es solo que acabas de soñar tu primer beso, los sueños son así, no tienen sentido—dice mi consciencia—».

Sí, seguramente es eso, no hay nada de qué preocuparse, ¿o será que me estoy justificando?

—Sarah, despierta, esta no eres tú—me digo mientras me doy palmadas en los cachetes, no sé por qué lo hago, pero cualquier cosa con tal de despertar de este horrible sueño de mal gusto. 

Estoy más confundida que nunca, mis emociones están a flor de piel y por ende hoy no puedo verlo, primero necesito aclarar mis sentimientos para poder pasar una semana junto a él.

Cepillo mis dientes y bajo a almorzar con mi familia. Mamá me cuenta que hoy va a hacer una cena de despedida, lo sé, es muy exagerada, apenas es una semana. Me anima para que invite a Andrew y aunque una parte de mí lo quiere hacer, sé que tengo que controlarme. Hoy va a ser un día reflexivo con respecto a lo que siento y no me va a hacer muy bien que lo vea.

Estoy arriba en mi habitación, haciendo una lista de todo lo que necesito para ordenar mi maleta porque odio que se me quede algo. En el momento en el que cierro el equipaje suena mi teléfono, es una llamada de Lindsay.

— ¡Hola, baby!

Por su tono de voz supongo que está feliz y eso solo quiere decir una cosa: quiere la acompañe a ir de compras.

—Hola—saludo, bajando la maleta de la cama con una sola mano.

—¿Qué haces?

—Acabo de terminar de empacar.

—¿Me puedes acompañar a ir de compras?

—Está bien. Pasa por mí dentro de una hora—acepto con desgana.

—Hecho.

Escucho un coche estacionándose en frente, justo cuando me encuentro bajando las escaleras. Salgo apresurada de casa y al instante visualizo al Mini Cooper rojo chillón, donde segundos después voy en camino hacia el centro comercial con Lindsay a quien le comento acerca de mí "despedida" y la invito, pasando por alto el atrevimiento de mi madre al querer convidar al chico que menos necesito ver en estos momentos.

Lindsay pasa todo el día escogiendo y probándose ropa sin decidirse por absolutamente nada. Ya iba a llegar al borde del aburrimiento y el hambre cuando por fin opta por algunas prendas, las cuales paga y como recompensa de todo mi tiempo perdido me regala un helado de mi sabor favorito, chocolate.

Abriendo la puerta de mi casa escucho extrañas risotadas a lo lejos. Para mi desgracia, en la cocina me encuentro con el protagonista del sueño que tuve hoy e inmediatamente recuerdo las sensaciones que experimenté en la mañana. Me quedo paralizada, no me puedo mover y no reacciono hasta que la voz Lindsay se cuela en mis oídos.

—¡Hola! —saluda a todos y se queda hablando con mis padres.

Andrew se me acerca con cautela, mirándome fijamente como si tratara de adivinar lo que me pasa.

—Hola—dice con despreocupación y yo todavía sin poder articular una letra—. ¿Te ocurre algo?

—No—me apresuro a responder para que no siga interrogándome—. Hola—Lo saludo. Estoy temblando. Para sonar más convincente cambio tema y trato de sonar normal—: ¿Qué haces aquí?

—Me encontré con tus padres en el supermercado y me invitaron—explica, caminando hacia la sala, lejos de la gente y cuando nos sentamos en el mueble agrega—: Me dijeron que te habían dicho que me invitaras, pero no lo habías hecho.

¡Demonios! Maldita sea mi suerte.

—¡Ah sí! —finjo sorpresa—. Es que Lindsay quiso que la acompañara a hacer unas cosas y lo olvidé por completo.

Él asiente y percibo un gesto de incredulidad en su rostro.

—¡Chicos, la cena está servida! —grita mamá desde la otra habitación.

—Vamos—dice Andrew poniéndose de pie.

Lo sigo hasta la cocina y nos sentamos. Pasamos una cena tranquila e incluso divertida. Todos conversamos y disfrutamos a gusto de la comida y el pastel que preparó mamá. Al final, Lindsay, Andrew y yo nos quedamos rezagados, hablando en la sala mientras mi familia ya se había ido a dormir. Justo cuando me estaba sintiendo más cómoda en la conversación, pasó lo que temía, mi amiga se tuvo que ir y me quedé sola con Andrew. Le estoy contando unas anécdotas de cuando era pequeña, pero se me está haciendo totalmente imposible si sigue mirando mis labios con destellos de deseo, como si estuviera reteniendo las ganas de besarme e inevitablemente, tengo flashbacks de lo ocurrido esta mañana, que en realidad no pasó.

—¿Qué tenías cuando llegaste? —pregunta de pronto, cuando paré de hablar y el silencio se adueñó por un segundo de la habitación.

—¿A qué te refieres?

—¿Crees que me comí el cuento de que se te había olvidado invitarme? —dice sin parecer molesto con un gesto amable. Mi cerebro trabaja arduamente para conseguir una respuesta lo suficientemente inteligente, pero es inútil—. ¿Por qué no querías viniera?

Me cohíbo y no respondo, solo me quedo mirándolo sin saber qué decir. ¿Cómo es que supo que estaba mintiendo?

—¿Fue por lo de ayer? —insiste. Ya no puedo evadirlo más.

—Sí—miento para poder librarme de este inesperado interrogatorio—. Necesitaba un día sin verte, pues, ya sabes... vamos a pasar toda una semana juntos en la que no sé si tendré tiempo de pensar sobre lo que siento.

—Entiendo—dice asintiendo lentamente.

Escudriño su rostro para ver si me ha creído, y al posar la mirada en sus labios, una vez más me atacan los mismos recuerdos. Unas ganas por hacerlo real salen desde lo profundo de mis entrañas y giro mi cabeza para que se haga más fácil contenerlas. 

«—¡CONTRÓLATE! ¡CONTRÓLATE! ¡CONTRÓLATE!—me alarma la razón».

—Es tarde, deberías ir a casa—propongo tratando de no parecer grosera—. Mañana tenemos que levantarnos temprano para ir a la excursión.

Sé que prácticamente lo estoy botando, pero necesito que se vaya. No sé si logre reprimir estas emociones por más tiempo.

—Sí, es tarde—concuerda sin dar indicio de que se irá—. Por un momento olvidé que solo quedan seis días.

—¿Seis días para qué? —pregunto entornando los ojos.

—Para dejar de reprimir mis impulsos de querer besarte—apunta con voz ronca.

Esas palabras me hacen delirar e imaginar cosas que no pueden pasar, aún no y menos en el estado de vulnerabilidad en el que estoy hoy.

Me quedo sin habla al ver que se acerca y me da un beso en la mejilla.

—Nos vemos mañana, hoyuelos—se despide antes de abrir la puerta e irse, mientras yo me quedo estupefacta en el mueble sin saber qué hacer o sentir.

...

Ya es lunes y en lo único que pienso al despedirme de mi familia es en qué pasará en este viaje. Una semana, solos, de vacaciones. El estómago se me revuelve y las manos me tiemblan por lo nerviosa que estoy. Siento una tensión rara por todo el cuerpo y un mal presentimiento, peor que el que tenía la noche que salí con Andrew y la profesora.

Respiro profundo caminando hasta el auto de Lindsay y hago un gesto de despedida con la mano mientras la maquina empieza a moverse hasta que pierdo a mis padres de vista.

Amnesia "Solo se vive una vez"  (Completa - EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora