Nos mandan a lavar trastes. "Veronika"

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La única experiencia de cocina la tuve en el ejército. Ahí aprendías a preparar tu propia comida a la par que hacías la de tus compañeros. Nos turnaban en la cocina y yo siempre tenía problemas con la autoridad del cocinero, o la sargento al mando, o cualquiera que quisiera darme órdenes.

En fin, nos pusieron a picar verduras, yo no tenía problema con ello, pues me gusta cocinar para mí y mis amigos. Diana solía ser mi asistente en la cocina y Johnny, bueno, creo que como romano tiene la disciplina suficiente para ayudar a preparar comida para todos. Pero Emmie envió a esos dos a recoger las verduras de los invernaderos y jardines del techo. Leo tampoco estaba, él acompañó a Jo a otro sitio. Así que Apolo, Calypso, Leda y yo nos quedamos en la cocina. Nuestro querido Lester, como el dios que fue una vez, estaba en total desacuerdo sobre que lo hicieran preparar sus propios alimentos.

Calypso estaba hablando sobre los cultivos con Emmie cuando llegó Leo cargando una gran rueda de queso como si fuera una corona de laureles.

—¡HE AQUÍ, EL CHEDDAR! —vociferó Leo—. TODOS ALABEN A LOS CONQUISTADORES DEL QUESO.

Josephine rio, Leo había causado una buena impresión en nuestras anfitrionas. Josephine cargaba con ella un cubo de metal.

—Parece que Leo le agradó a las vacas.

—Oye, abuelita. Todas las vacas aman a Leo —dijo, luego nos sonrió a Apolo y a mí—. Y estás son rojas, amigos. O sea, rojo brillante. Como el cabello de Vero.

—Nadie me había llamado así antes —dije.

—¿En serio? —Leo arqueó la ceja—. En México es muy común ese apodo para tu nombre.

Me pareció tierno que Leo me pusiera un apodo, fue como el día que conocí a Chibigon y me dijo "Ronnie". Apolo, por su parte, se veía muy triste y consternado, como si alguien hubiera pateado un gatito. Josephine se dio cuenta de esto.

—Sólo usamos su leche —aseguró Jo—. No las matamos.

—Espero que no —respondió Apolo—. Matar al rebaño rojo sería sacrilegio.

Fruncí el ceño. Apolo no era ningún dios hindú, así que sólo se me ocurrió que no quería compartir sus vacas "sagradas". Josephine tampoco pareció muy asustada por esa idea.

—Es más porque Emmie me hizo dejar la carne hace veinte años.

—Es mucho mejor para ti —le espetó Emmie—. Ya no eres inmortal. Tienes que empezar a cuidar de ti.

—Pero las hamburguesas con queso —murmuró Jo.

Leo de caer la rueda de queso frente a Apolo.

—Córtame una pieza de esto, mi buen hombre. Vamos, vamos —dijo dando dos palmadas.

—No me provoques, Valdez —gruñó Apolo—. Cuando sea un dios de nuevo, te convertiré en una constelación. La llamaré "Pequeño Latino Explosivo".

—Me gusta —Leo le dio una palmada en la espalda y casi logró que Apolo se cortara un dedo, luego se fue con Calypso.

—No eres bueno para las amenazas, ¿verdad, cariño?

—No es mi culpa —se quejó Apolo—. Se están perdiendo los valores. Antes los jóvenes temblaban ante la amenaza de un dios, ahora no les importa.

—Suenas como un viejito amargado —dije riendo.

—Bueno, tengo de cuatro mil seiscientos doce años de edad.

Seguimos cocinando entre todos. Emmie y Leda hornearon hogazas de pan que olían increíble, Calypso usó limones frescos y azúcar de caña para preparar limonada. Apolo y yo preparamos un gran tazón de comida para conejos.... quiero decir, ensalada. La verdad no soy fan de la comida vegetariana, no me gusta la lechuga ni las verduras en general, pero está no es mi casa y además tenía hambre. Leo cortó el queso y eso hizo que casi valiera la pena, la leche del rebaño rojo daba para un queso excelente. Josephine se encargó de preparar el postre, según ella, su especialidad; preparó un pastel esponjoso con relleno de crema roja y cubierto con merengue ligeramente tostado con un soplete, acompañado de moras frescas. Diana y Johnny se habían quedado para replantar lo que habían traído y ordenar el invernadero.

No es fácil ser un semidiós. Parte III. Ojalá que sea la última.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora