Epílogo

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12 años después de Londres...

En una cabaña alejada en los bosques de Escocia, una pareja disfruta de un momento tranquilo junto a la chimenea. Afuera en la nieve hay un establo donde descansa la montura del aquel hombre, un grifo de nombre Connington, durmiendo plácidamente junto a un calentador. La puerta estaba custodiada por dos obeliscos, regalos del hermano menor.

Una sala humilde con un sofá de dos asientos, y dos taburetes. Una mesa con cuatro sillas y un florero en el centro que contenía un ramo de lavanda. Una sola ventana daba vistas al exterior, para conservar el calor en la casa. Una cálida chimenea ardía plácidamente; sobre esta había un marco que mostraba la foto de un grupo de amigos hace muchos años y apoyadas en unos soportes descansaban una gladius y una hoz de agricultura, ambas de oro, y un cilindro de bronce.

Junto a la chimenea había dos sillones mullidos y en cada uno estaban sentados dos legionarios retirados. El hijo de Marte, Lurygon Arthur Harington y la hija de Pomona, Bethany Sprout. Disfrutaban de un chocolate caliente y galletas caseras que descansaban sobre una mesa entre los sillones. En el regazo de Lurygon dormía una pequeña niña de dos años, una bebé de clara piel y los ojos esmeralda de su padre; su cabello era oscuro como el de su padre, excepto por un pequeño mechón de cabello plateado. Su nombre era Elizabeth Margaret Harington, pero él la llamaba Peggy Beth.

—A tu abuela le habría encantado conocerte —susurró él—. Y a tu abuelo. No hablo de mi padre sino de Maximus. No dejaré que Ares se acerque ni a dos kilómetros de mi pequeña.

Su madre sonrió. En sus brazos, alimentándose de su pecho, había un bebé varón de apenas dos meses de nacido. Este pequeño tenía los ojos violeta y un pequeño mechón oscuro creciendo en su cabeza. El nombre de este pequeño era Ezra Luke Harington, porque su padre es un friki.

—El próximo año podemos llevarlo a la reunión —comentó la esposa—. Estoy ansiosa porque todos lo conozcan en persona. Sólo lo vieron en las fotografías.

Cada año, ellos y sus amigos se congregaban en algún lugar designado por votación popular. Cada uno había hecho su vida en estos diez años y progresado a su manera.

Tzamn y Hannah también se casaron y seguían viviendo felices en Teutoburgo. La Pequeña Macedonia prosperaba bajo la administración de Alan y según los rumores, preparaba una expedición personal al Monte Tamalpais para robar una manzana del Jardín de las Hespérides, las hijas de Atlas. Ezekiel llegó a ser pretor de la Duodécima Legión, luego se retiró y comenzó su carrera profesional en la música a la par que estudiaba Leyes. Axel se convirtió en la editora de la revista más popular entre los adolescentes de Nueva Roma, se llamaba "De: Cupido. Para: Estúpido", dónde ponía chismes de personas famosas, legionarios y dioses. Anna volvió a Noruega dónde realizó una maestría en Historia de la Magia y actualmente es profesora en la Universidad de Oslo y sale con un colega llamado Ivar Olaffson.

Los otros dos que tenían hijos eran Edward y Tanya; viven en Cardiff dónde ambos estudian en la universidad: Literatura y Comercio Internacional respectivamente. Ya sabemos quien va a mantener a la familia. Veronika y su hermana Diana continúan viviendo en Waystation, así como John Raptor cuando se retiró de la legión. La rusa hija de Tánatos se convirtió en diseñadora de modas y es muy famosa en la ciudad. Diana y John continúan su relación. El hijo de Mercurio trabaja en completar su educación básica, mientras que Diana se encuentra en la academia de policía donde piensa estudiar medicina forense.

Por último, Bruce decidió jugar al football soccer cuando cumplió su servicio en la legión. Logró llegar al nivel profesional y hoy en día es el mejor jugador en el equipo de su ciudad natal, el Manchester United. James se convirtió en un importante neurocirujano, solía dar consultas económicas o gratuitas a lo largo del mundo, viajando sobre su pegaso Snowfire.

Lurygon sonreía cada vez que recordaba lo felices que eran todos sus amigos y no menospreciaba el éxito de su pareja y el suyo. Bethany era bióloga, especialista en botánica obviamente. Además tenía un puesto de frutas y verduras en el pueblito donde vivían y ganaba muy bien. Lurygon por su parte, estudio filología y trabajaba de profesor de lengua en la primaria y secundaria del pueblo, también ayudaba en los trabajos pesados de construcción o cualquier otra cosa que pudiera darle un dinero extra.

Sally Jackson afirmó alguna vez que el único héroe que terminó bien fue Perseo y por esa razón decidió darle su nombre a su hijo. Sin embargo, los semidioses listados anteriormente han demostrado que se puede tener una vida feliz con un poco de suerte.

La pequeña Peggy Beth se despertó. Frotando sus ojos y bostezando, le pidió una galleta con leche tibia a su padre, señalando la bandeja y trabando de hablar. Lurygon comprendió y se puso de pie cargando a su hija. Cuando se dispuso a ir a la cocina para calentar la leche y servirla, algo o alguien golpeó la puerta repetidas veces.

Extraño. Ese día no esperaban visitas, ni siquiera algo que ordenaban del pueblo de vez en cuando. Lurygon puso a la niña en el suelo. Bethany se levantó cargando al bebé con una mano, se cubrió el pecho y fue a la cocina.

—Quédate con tu madre —ordenó a su hija.

Corrió hacia la chimenea y tomó las dos armas de oro. Le arrojó la hizo a su esposa y le hizo una señal de que estuviera lista, ella asintió. Volvieron a golpear la puerta, esta vez con mayor frecuencia, casi como si lo que sea que lo hiciera estuviera desesperado por entrar. Lurygon se puso frente a la entrada, no había mirilla ni ventana, así que era imposible ver con antelación quien estaba del otro lado.

—Creí que me había librado de esto —masculló—. Si le tocan un pelo a mis pequeños...

Puso la mano en el picaporte y abrió rápidamente. Apuntó la espada a lo que esperaba tras la puerta, pero se sorprendió mucho al averiguarlo.

—Por favor, señor —dijo una niña de unos quince años—. Ayude a mi amigo.

La niña era de piel morena y cabello oscuro, tal vez de sangre latina por su acento. Iba arrastrando de un chico de aproximadamente la misma edad, un chico bastante familiar que tenía un bastón largo aferrado en la mano, un bastón mágico...

—¿Freddie...? —dijo Lurygon—. Será mejor que entren. ¡Rápido!

No es fácil ser un semidiós. Parte III. Ojalá que sea la última.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora