El verdadero significado del amor. "Tzamn"

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Soñé con Łucja. La vi con el Escribano y su grupo de semidioses renegados a bordo de los susodichos yates del emperador Calígula. Conocía a algunos de ellos, como a Diana y Aglae, que venían del Campamento Mestizo y también estaba Bruce, el hijo de Victoria, con quién compartimos más de una comida. También conocía a Erika Mellas, la chica con el estilo particular de blanco y negro, y con quién más de una vez intercambié varias interesantes conversaciones sobre su vida. No sé por qué, pero aquella chica me confió varios aspectos sobre su vida al poco tiempo de conocernos.

Entre lo otros estaba la antigua augur de los romanos, Marianne Château, y el tipo que le gustaba a Alan, Jassef no-sé-qué. Otros tres no los conozco y por supuesto Łucja y el Escribano, aunque esté último es relativo.

Todos estaban recostados sobre sillas de playa, alrededor de una piscina y usando trajes de baño, con excepción de Diana, quién se encontraba con su ropa con la que la vimos por última vez. La hermana de Nika sólo estaba sentada, con un vaso de agua helada en la mano y mirando al horizonte como si estuviera soñando despierta. Según la explicación que nos dio el prisionero, Henry Daniels, eso era justo lo que estaba haciendo.

—¡Salud! —brindó el Escribano—. ¡Por la victoria sobre el campamento romano! ¡Por la aniquilación de los dioses!

—¡Salud! —repitieron algunos con entusiasmo. Sólo Bruce y Łucja lo hicieron casi por obligación. Diana no se movió.

—Cuando acabemos con ellos, crearemos un mundo perfecto bajo el poder del Triunvirato —dijo el Escribano—. No más semidioses, no más abandono de los dioses.

Nuevamente vitorearon levantando sus bebidas. Me enfoqué en Łucja, su expresión era completamente indiferente al ambiente de su alrededor. Usaba un traje de baño negro de dos piezas. Su piel se veía mucho más clara al sol, como una hermosa pieza de marfil tallada delicadamente por el más hábil de los artesanos, cada curva, cada colina, cada depresión, cuidadosamente detallada y sin una sola imperfección.

Nunca había visto su cuerpo así de expuesto, por lo cual no era consciente de los tatuajes que lucía, una señora puritana le daría el patatús con sólo un vistazo. En la parte derecha, entre el pecho y el hombro, tenía el dibujo de un busto griego femenino, donde una parte del cráneo, el hemisferio derecho y el ojo, estaban rotos. Si tuviera que adivinar, creo que se trataba de Medusa. En el brazo derecho tenía una Estrella de David llameante cuyas esquinas goteaban. Y para la joya de la corona, al centro del pecho tenía tatuada una daga con la hoja ondulada y el pomo adornado por un diente afilado.

—Llegaremos a San Francisco en unas horas —dijo el Escribano—. Llevaremos un grupo de avanzada para evaluar las defensas.

—Yo podría volar por encima y hacer el reconocimiento —sugirió Aglae—. De noche jamás me verían.

—No subestimes a las águilas —dijo Erika—. Son las mejores para rastrear y tienen una vista excepcional. Te devorarían antes de que puedas cambiar de dirección. 

—Ningún pajarraco me va a comer —replicó la hija de Bóreas—. Las volveré paletas de hielo si se acercan a mí. 

—No será necesario —terció el Escribano—. Nuestro no tan vivo aliado, Tarquino el Soberbio, ha encontrado una manera para que podamos infiltrarnos a la ciudad sin ser vistos. 

—¿Por dónde? —preguntó Bruce dejando su bebida a un lado. 

—Ya lo verán cuando lleguemos —dio otro trago a su cáliz—. Por ahora, relajémonos y disfrutemos este momento. Porque pronto será la hora de matar romanos. 

Hicieron otro brindis. La hija de Némesis parecía incómoda, como si no estuviera de acuerdo con lo que proponía el Escribano. Vació el contenido de su bebida y se recostó sobre su silla de playa, asiéndose a los reposabrazos con fuerza. Así como así, terminó el sueño. 

No es fácil ser un semidiós. Parte III. Ojalá que sea la última.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora