El recuento de los daños. "Bethany"

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La situación se había complicado aún más. Capturamos a dos de los semidioses que nos atacaron en la carretera, uno de ellos era amigo de Lury y el resto de griegos que nos salvaron. Obviamente no abandonamos al otro a su suerte, no lo matamos (a pesar de las quejas de algunos) ni dejamos que volviera con su jefe.

Lury y Alan llevaron a rastras al desconocido, mientras James y Tzamn cargaron delicadamente al chico llamado Edward hasta el autobús donde viajaban. Una vez que estuvieron bien atados, James les administró un calmante para que durmieran el resto del camino.

—Bien, Chibigon —dijo Nika—. Hora de contarnos todo.

Lury exhaló. Se paró al frente para que todos pudieran verlo y escucharlo. Con todo el detalle que le fue posible, nos narró lo que había sucedido desde el teatro en nuestra escuela de Sacramento hasta la muerte de Jason en Santa Bárbara, aunque noté que se ponía nervioso cuando hablaba de Piper.

—El pandos llamado Flange murió porque le dio a Calígula la noticia de que su ataque al Campamento Júpiter fracasó —explicó Lury—. Todavía podemos ayudar a Reyna y Frank. Advertirles que la flota entera de Calígula se dirige hacia allá.

—Ahora tenemos que dormir —dijo Elune—. Nos iremos en la mañana, como a las diez porque no quiero levantarme temprano.

—No te apures —aseguró Tzamn—. Yo pondré en marcha esta cosa temprano, no te despertaré.

—Tenemos que turnarnos para vigilar afuera —comentó Axel—. No queremos que el Escribano o sus amigos nos sorprendan como hicimos con ellos.

—Yo haré la primera guardia —dijo Leda—. ¿Me acompañas, Solecito?

—Pero mantengan los ojos abiertos —dijo Eira—. No se distraigan besándose.

James se puso rojo y Leda puso los ojos en blanco. Luego de dos horas, los reemplazarían Tzamn y Elune, luego Alan y Axel. Si quedaba tiempo, Lury y yo haríamos la última guardia. Puse mi suéter contra una ventana y me recosté, tardé un buen rato en quedarme dormida. Mi cabeza estaba pensando en casa, sintiéndose culpable por no estar presente cuando atacaron el campamento y la ciudad. Quizá Ezekiel había regresado para avisar a Reyna y Frank de nuestra misión... ¡Oh, no! ¿Y si le pasó algo? No quiero pensar que fue herido y mucho menos que pudo perder la vida, era mi mejor amigo después de todo.

Me quedé dormida pensando en eso, los sueños no tardaron en hacerse presentes. 

Vi una flota de yates navegando a lo largo de la costa oeste de Estados Unidos, conté cuarenta y nueve de ellos, enormes y lujosos. Todos tenían el mismo nombre escrito en latín: IVLIA DRVSILLA, y con un número del I al L, pero no había XII. Jason hundió aquel último barco. El sueño cambió y me mostró una lujosa sala adornada con mosaicos y con una enorme ventana que permitía ver hacia el horizonte. Cerca de esta había dos sillas reclinables y dos personas sentadas.

—¿Cuánto falta para llegar? —preguntó el de la derecha—. Quiero encontrar a Apolo y destrozarlo con mis propias manos.

—Tranquilo, Cómodo —dijo el otro—. Primero deben terminar de construir los cañones.

El de la derecha era un joven atractivo, de cabello y barba rizados, vistiendo un traje de baño azul y una chaqueta abierta de los Colts de Indianápolis, luciendo unos abdominales de envidia; lo único malo eran sus ojos, que estaban lechosos y la piel alrededor de ellos parecía quemada. El otro hombre vestía un uniforme de marinero: pantalones y zapatos blancos, remera de rayas azules y blancas, saco azul marino y una gorra de capitán. Tenía un rostro con expresión divertida, pero con un tinte de crueldad. Deduje que se trataba de los emperadores Cómodo y Calígula, respectivamente. 

No es fácil ser un semidiós. Parte III. Ojalá que sea la última.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora