Un cómodo partido de los Colts. "Veronika"

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Claro que todavía no era hora de dormir. Emmie dijo que todavía quedaban tareas por hacer. Josephine se llevó a Apolo al baño en caso de que lo necesitara, interpreten eso como prefieran.

Yo no tenía nada en contra de Leda, de hecho, casi todos en el Campamento Mestizo ya la habían perdonado por luchar contra nosotros en la guerra anterior. El perdón es una de las virtudes que Quirón aprecia más, pues muchos mestizos han sido redimidos por sus errores del pasado. Sabía que ella no había muerto, aunque su sacrificio me pareció una gran sorpresa, esperaba que dónde quiera que estuviera, el emperador no la sometiera a condiciones inhumanas ni tampoco... Bueno, no quiero ni imaginarlo.

Después de terminar de limpiar Waystation, cenamos ensalada con más pan, queso rojo y unas albóndigas de garbanzo, el famoso falafel. Eso me recordaba a Magnus, el chico de Boston que vivía en las calles que conocí el año pasado. Pensar en él era triste, pues hace sólo unas semanas me enteré que falleció. Annabeth, su prima, viajó a Boston para asistir a su funeral, pues según tengo entendido, es su única familiar. Sin embargo, hubo algo raro que sentí cuando sentí la muerte de Magnus (sí, yo también puedo sentir cuando la gente cercana a mí, muere. Es parte del paquete de ser un hijo o hija del Inframundo. Supe de inmediato que Magnus ya no estaba entre los vivos, pero no se había ido, me dio la sensación de que él se encontraba en alguna clase de plano entre los muertos y los vivos, pero estaba muerto, pero a la vez no... Bastante raro y complicado.

Luego de que mi estómago estuviera lleno y mi corazón triste por penar en pasado y perdidos amores, me fui a dormir. Diana no vino conmigo, dijo que se quedaría un rato para caminar por Waystation y tal vez conocer a Heloise y Abelard. Curiosamente Johnny dijo que también le gustaría conocer a la pareja de grifos, no sé que se traían esos dos, pero no iba a interrogar a mi hermana por hacer lo que ella quisiera. De todas formas, en esos momentos me apetecía la soledad y era una de esas noches donde mi cerebro me llevaba a escenarios retrospectivos de cosas que me causaban sentimientos encontrados.

Cerré los ojos para descansar y recordar.

Era el día primero de octubre del año 2010. Para ese punto, ya había aprendido a orientarme perfectamente por el Laberinto y a evitar la mayoría de las "bromas" malvadas que solía jugarnos. Ese día tenía una cita con Lury, mi mejor amigo que se había ido con los romanos; él prometió que haríamos algo que yo amaba hacer cuando vivía en Rusia, patinar en hielo. Como el Laberinto podía guiarnos a prácticamente cualquier lugar del mundo, decidimos ir a Islandia. Ambos juntamos dinero suficiente para alquilar una habitación en la capital de Reikiavik, luego usamos el Laberinto para llegar al glaciar de Eyjafjallajökull cuyo nombre significa: glaciar en las montañas junto a las islas. Islandia es uno de mis lugares favoritos que siempre quise conocer, pero mi madre en Rusia nunca quiso llevarme, así que investigaba en libros todo lo que podía.

Los patines los tomé prestados del campamento, en ocasiones el cima del campamento bajaba lo suficiente para que el lago se congelara y pudiéramos patinar o jugar hockey. Ambos teníamos puestos dos suéteres bajo una chamarra de invierno, la mía era negra y la suya roja. Él se puso un sombrero verde para el frío, unas orejeras acolchadas de color negro y una bufanda con rayas rojas y negras, yo opté solamente por unas orejeras y una bufanda del color de los bastones de navidad, pues estaba más acostumbrada al frío; finalmente usamos pantalones térmicos bajo los jeans habituales y botas para nieve.

—Es la primera vez que hago esto —dijo Lurygon—. Espero no lastimarme mucho, porque estoy seguro que me caeré muchas veces.

—No te preocupes, yo sostendré tu mano para que tu nariz no bese el hielo —dije en tono burlón—. Deja de pensar en los riesgos y diviértete.

Me senté al borde de un pequeño lago de hielo y me puse los patines, estaba muy emocionada por esto. Me paré y poco a poco avancé por el hielo, aumentando la velocidad con cada paso hasta que estaba patinando alegremente, haciendo vueltas y piruetas que había aprendido con los años. Lury lo intentó, le doy crédito por ello, pero siempre se caía por lo rígido que estaba. Me detuve grácilmente junto a él.

No es fácil ser un semidiós. Parte III. Ojalá que sea la última.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora