No les digas pandas, eso les molesta. "Lurygon"

20 2 4
                                    

Parecía irreal que estos monstruos pudieran volar. No los recordaba de ningún mito, aunque obviamente podría estar pasando algo por alto.

La mayoría tenía el pelaje completamente oscuro, aunque su rostro era humano lo que los hacía parecer primates de otra especie. Muchos portaban arcos, excepto los que nos pusieron sus espadas contra la garganta, un tipo de hoja roma y con los lados serrados: eran khandas, un tipo de espada de la India. Tenían manos con ocho dedos cada una y está, obviamente, el detalle de las orejas, las cuáles eran tan amplias como las de un elefante africano.

Nos pusieron de rodillas a Jason, Piper y a mí. Él tenía un ojo morado, pero estaba bien. Ella estaba mareada y tenía sangre en la parte posterior de la cabeza. Yo sólo sentía dolor en donde el monstruo me golpeó. En cuanto Apolo vió a Piper corrió a ayudarla, le dio golpecitos en el cráneo, imagino que buscando lesiones más graves.

—Auch —se quejó ella—. Estoy bien.

—Podrías tener una contusión —le dijo Apolo.

—Se supone que ese es mi trabajo —dijo Jason forcejeando—. Lo siento, chicos. Las cosas no salieron de acuerdo con el plan.

—La chica trató de embrujahablarnos —gritó el más grande de todos—. A nosotros, los pandai, que escuchamos todo tipo de discurso. El rubio trató de pelear con nosotros, los pandai, que entrenamos para ser maestros en todas las armas desde que nacemos. El tullido no tuvo ninguna oportunidad, ja, ja, ja.

Así que ya teníamos un nombre. Desgraciadamente no me ayudó a identificarlos en algún mito, aunque no sé porque pensé en el señor D.

—Por esos insultos, deben morir —anunció el líder.

—¡Morir! ¡Morir! —repitieron los otros pandai.

Meg los miró con furia. Parecía estar calculando la mejor forma de jalarles las orejas y matarlos.

—No lo hagas, Meg —dije—. Estos sujetos son peligrosos y rápidos, increíblemente rápidos.

—¡Rápidos! ¡Rápidos! —gritaron los monstruos.

No había más guardias viniendo hacia nosotros. Las alarmas no sonaron en ningún momento y ninguno de los pandai avisó de nuestra captura por algún dispositivo de comunicación.

—Buen señor —dijo Apolo al más grande de ellos—. ¿Usted es el panda a cargo?

Él siseó.

—La forma singular es pandos —respondió—. Odio que me llamen panda. ¿Acaso parezco un panda?

—Bueno, señor pandos...

—Mi nombre es Amax —le espetó.

—Desde luego —Apolo estudió las enormes orejas de aquel sujeto—. Imagino que odias que las personas te escuchen a escondidas.

—¿Por qué? ¿Oíste algo? 

—¡Nada! —le aseguró Apolo—. Pero apuesto a que debes ser cuidadoso. Otra gente, otros pandai, siempre se meten en tus asuntos. Sabes que somos prisioneros importantes. Quieres mantener el control de la situación sin que nadie más tome el crédito por tu buen trabajo. 

Los otros pandai gruñeron.

—Vector del bote veinticinco siempre está espiando —dijo uno de los arqueros. 

—Toma el crédito por nuestras ideas —dijo otro pandos—. Como la armadura de Kevlar para orejas. 

—¡Exactamente! —dijo Apolo—. Es por eso que, uh, antes de hacer algo precipitado, querrán escuchar lo que tengo que decir. 

No es fácil ser un semidiós. Parte III. Ojalá que sea la última.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora