Embargo divino. "Tzamn"

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Incómodo. Sí, fue muy incómodo. Agradecí a los dioses que no teníamos permitido comer en las mesas de otros dioses que no fueran nuestros respectivos padres. Sólo por esa ocasión.

Desayunamos waffles con tocino, delicioso, excepto por el hecho de que el tocino es de tofu, aunque no existe mucha diferencia en el sabor. Tengo que recordar comprar tocino cuando vaya a Manhattan. Me dio miedo mirar a Elune, así que tenía toda la atención en mi plato.

La concha que anunciaba el final del desayuno se escuchó y Sherman Yang, con su frente suturada, se puso de pie.

—¡Muy bien, copitos de nieve! ¡Es hora del ejercicio! —gritó—. Quiero que todos estén llorando antes del almuerzo.

El entrenamiento de Sherman era muy intenso. Por eso suelo tomar música después de este, así puedo estar sentado por un rato y recuperarme. Y el día de hoy estaba de suerte, tal vez, pues la clase de hoy sería asistida por el mismísimo dios de la música, Apolo. El titular, por así decirlo, era un sátiro llamado Woodrow. En ocasiones James o Austin eran sus adjuntos, pero a Quirón le pareció buena idea asignar la tarea a Apolo.

Woodrow estaba nervioso con el ex-dios cerca. Creo que tenía que ver con un viejo mito de Apolo despellejando un sátiro porque Midas lo declaró ganador en un concurso de música. Si no me equivoco, se llamaba Masyas, lo vi en una pintura. El sátiro repasaba las notas menores con su flauta de pan. Austin usaba un instrumento que no era habitual para él, como una forma de desafiarse, un violín. También estaba Valentina Díaz, con un clarinete, haciendo su mejor esfuerzo. Damien y Chiara, como siempre, estaban peleando y tomando turnos con una guitarra acústica.

Yo, por otro lado, trataba con una flauta normal. No me interesa mucho volverme en experto en música, únicamente busco un rato para relajarme, descansar del ejercicio y, por ahora, esconderme de Elune.

La clase iba normal hasta que Damien rompió la cuerda de su guitarra debido a lo fuerte que estaba tocando.

—La mataste —dijo Chiara—. Necesitaba usar esa guitarra.

Chiara era hija de la diosa de la suerte. Tenía más o menos mi edad, no era más alta que Alan. Su cabello era corto, como el de Pink, pero de color oscuro. Sus ojos color avellana me parecían muy bonitos y su rostro era bello. No es que quiera salir con ella o algo por el estilo, sólo creo que es atractiva.

—Cállate, Suertuda —le dijo Damien White—. En la vida real ocurren accidentes. A veces las cuerdas de rompen.

Chiara comenzó a insultarlo en italiano a una velocidad impresionante. Creo que es una suerte que no le haya entendido. Apolo se acercó y extendió la mano.

—¿Puedo? —preguntó a Damien.

El hijo de Nemesis le dio la guitarra a regañadientes. Apolo la puso a los pies de Woodrow y él sátiro pegó un salto del susto.

—Relájate, Woodrow —dijo Austin—. Sólo va a cambiar la cuerda.

En cuestión de segundos, Apolo reemplazó la cuerda rota y comenzó a afinar la guitarra. No entiendo que es lo que pasó después, fue como si una ola tristeza se apoderara de la clase. Valentina estaba llorando y Apolo se detuvo.

—Eso fue hermoso —dijo ella—. ¿Cuál canción era esa?

Apolo la miró como si no entendiera.

—Se llama afinar la guitarra.

—Sí, Valentina, contrólate —le espetó Damien, aunque sus ojos estaban rojos—. No fue tan hermoso.

—No, no lo fue —Chiara sorbió por la nariz.

Yo no dije nada, en realidad no me veía físicamente afectado, pues he soportado mi dosis de tristeza con los años, pero eso de verdad fue extraño. Austin también se veía bien. Apolo comenzó a tocar en escala menor de Do. Y de nuevo pasó, esta vez mucho más fuerte, tanto que no pude soportarlo.

No es fácil ser un semidiós. Parte III. Ojalá que sea la última.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora