Seis semanas. ¡Seis pinches semanas! Seis semanas persiguiendo a ese misterioso encapuchado, mejor conocido como el Escribano alrededor del país. El tipo ese tomó prisionero a Edward, un compañero campista, hijo de Atenea, y su hermana Leda y yo intentamos salvarlo.
El problema es que salimos de forma muy apresurada y no teníamos provisiones de viaje. Leda no tenía problema en robar a los mortales para poder comprar comida, agua o algo que pudiéramos necesitar. Eso no era lo peor, sino los viajes por las sombras, cada vez que lo hacía todo lo que había dentro de ellas parecía querer atraparme para que formara parte de ellos también. Cuando llegábamos a nuestro destino no me sentía agotada, pero me desmayaba porque me experimentaba un flashback.
Gracias a Leda, seguíamos intactas. Los monstruos no eran rivales para la velocidad de su espada y siempre me protegía cuando tenía mis desmayos. En un principio yo no confiaba en ella, de hecho, creí que había venido conmigo para matarme y cubrir el rastro del Escribano, pero a estás alturas ya no tiene sentido mi hipótesis. Después de seis semanas viajando, si de verdad esa fuera su intención, ya lo habría hecho.
Pero lo que más me hacía falta era mi hermana, Nika. Me ponía muy triste no estar junto a ella, porque los viajes por las sombras eran mucho más fáciles cuando lo hacíamos juntas. Ella tenía el poder para hacernos viajar muy lejos y yo sabía muy bien cómo orientarme al viajar. Por eso al viajar con Leda solamente podía hacer un salto de unos cientos de kilómetros a la vez. De Long Island sólo pude llegar hasta Nueva Jersey y luego a Philadelphia. Saltito por saltito llegamos hasta la ciudad de Indianapolis.
—Oh no —dijo Leda con una expresión preocupada—. Hubiera preferido que nos llevara con Gran C, lo prefiero mil veces que a este tipo.
—¿Cuál tipo? —pregunté a Leda.
—Créeme, no quieres saber —recogió su cabello en una cola de caballo—. Dame una de esas galletas que traes en tu bolsa.
—Ya te dije que no comparto mis Oreos —respondí protegiendo mi bolsa—. Solamente con mi hermana y sólo las abriré cuando vuelva a verla.
Leda puso los ojos en blanco.
—Como quieras. Entonces dame otra barra de cereal, aunque no me gustan.
Hace unos tres días, robamos una tienda de autoservicio en la noche. Pusimos en la bolsa muchas frituras, agua, refrescos y demás. Las frituras se acabaron rápido y lo único rico que quedaban eran las galletas Oreo que también tomé, pero esas son mi cosa favorita en el mundo y jamás las he compartido con nadie; al menos hasta que conocí a Nika, mi hermana, y establecimos un vínculo muy fuerte y bonito. Tanto así que mi instinto me dice que ella nos está siguiendo, sólo es cuestión de tiempo para que nos encuentre...
—¡No me toquen asquerosos sin-cabeza! —gritó una chica en la calle.
Leda también reaccionó a aquel llamado. Creo que no hubiera importado si eran monstruos o no, las dos habríamos saltado a la ayuda de cualquier forma. Corrimos por la calle y doblamos la esquina a la derecha, ahí había una multitud de peatones que trataban de acercarse a una chica armada con un cuchillo largo, pero lo sostenía al revés...
—¡Nika! —grité y corrí hacia ella empuñando mi alabarda de hierro estigio.
Ella no me vio, pues el grupo que la rodeaba no lo permitía, pero sí que me escuchó.
—¿Diana? —dijo, su voz sonaba débil—. ¿Dónde estás, hermana?
Tomé el asta de mi arma con ambas manos y apuñalé al monstruo más cercano. En lugar que el metal negro absorbiera sus esencia como siempre, la punta rebotó contra su dura piel. Eso no era bueno, el monstruo se giró, era un hombre vestido con ropa deportiva.
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No es fácil ser un semidiós. Parte III. Ojalá que sea la última.
FanficLa diosa Gaia y sus gigantes han sido derrotados gracias al esfuerzo del Campamento Mestizo y el Campamento Júpiter, peleando juntos. Ahora los romanos y griegos han establecido una relación de amistad y cooperación. Pero pronto descubrirán que la p...