Oráculo portátil. "Bethany"

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Esta batalla también fue muy difícil. Pelear en un espacio cerrado no es tan propio de la táctica romana. Me uní a Miranda Gardner y a los hijos de Ceres en su estrategia de usar las escasas plantas del edificio en contra de nuestro enemigo.

—¡Vamos, chicos! —exclamó Miranda—. Convirtamos este pasillo en un invernadero.

En un principio parecían ser plantas comunes y corrientes, hasta que vimos ninfas cubriendo algunas de las macetas, protegiéndolas con sus cuerpos. Me detuve junto a una de ellas, luego de evitar que un germano cayera sobre su maceta.

—Gracias —dijo temerosa—. ¿Por qué nos atacan?

—No las atacamos a ustedes —aseguré—. Queremos acabar con Nerón. Quiere incendiar Nueva York, incluído Central Park.

—¿QUÉ? —gritó sorprendida—. No puede ser, para eso es la fiesta.

—¿Van a permitirlo? Yo creo que no —recogí la espada del guerrero caído y se la ofrecí—. Luchen con nosotros. Salven el parque. Protejan la naturaleza, no sólo sus plantas.

La ninfa tomó la espada y comenzó a temblar. Asintió.

—Les diré a las otras —afirmó—. Estoy cansada que Nerón siempre amenace con quemarnos por no limpiar, o porque está de mal humor. Adelante.

Desapareció en una nube de hojas, imagino que para llamar a sus compañeras a la batalla. Cualquier ayuda es buena. Seguimos avanzando por los pasillos, las tropas de Nerón también eran muy númerosas, lograr ganarles terreno en estos amplios pasillos era muy difícil, sin embargo, ellos también tenían problemas al pelear con nosotros. Nos encontrábamos en un punto muerto, aunque esa expresión me da escalofríos en estás situaciones.

Un gran grupo de germanos formó un muro de escudos cerca de las escaleras de servicio. Vi a un pequeño de ocho o nueve años arrojarles un frisbee com borde serrado, el cual quedó clavado en uno de los escudos.

—¡Apártense! —ordenó el niño—. Tengo muchos más de esos.

Los germanos permanecieron impasibles.

—Háganle caso —sugirió Tzamn, quien estaba detrás de aquel niño—. Harley no bromea cuando se trata de fresbees con dientes en los bordes.

Los bárbaros no retrocedieron ni se inmutaron ante las amenazas de Harley y sus mortales juguetes. Se escuchaban ecos metálicos en los conductos de ventilación, como si algo o alguien estuviera caminando en ellos. No éramos nosotros, porque éramos demasiado grandes, tal vez los niños más jóvenes pudieran, pero no fue el plan.

El eco de los pasos inquietó a todos, hasta al enemigo. El sonido de los pasos fue acompañado con gorgojeo y clics, cómo si hubiera reptiles gigantes en la ventilación.

—¿Qué es...?

CLANG

Varias rejillas de ventilación salieron disparadas desde el techo y de los conductos emergieron docenas de pequeñas criaturas, del tamaño de niños. Tenían aspecto de reptiles humanoide, es decir, piel escamosa de tonalidades verde, marrón o grisácea, grandes ojos saltones y que estaban protegidos por googles opacos. Sin embargo, la característica más curiosa de aquellos seres era que tenían una colorida colección de sombreros adornando sus cabezas calvas: de policía, fedoras, cascos de bombero, vaqueros, ala ancha, copa, boinas y la lista sigue y sigue.

Al principio creí que eran refuerzos para el enemigo hasta que vi que los germanos estaban tan confundidos como nosotros. Se quedaron ahí durante unos segundos hasta que, por la espalda de los enemigos, una voz llamó.

—Son los barbudos. Los niños no.

—Nunca lo clic-habría adivinado —dijo uno de los reptiles—. Los clic-humanos se parecen mucho entre clic-ellos.

No es fácil ser un semidiós. Parte III. Ojalá que sea la última.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora