Vaya con queso. "Johnny"

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—«Ve a Indianápolis» —había dicho Reyna—. «Ayúdales en lo que puedas, pero no estorbes. Con algo de suerte, lograrán encontrar al segundo emperador y vencerlo, o por lo menos salvar otro oráculo».

Odié tener que dejar el Campamento Júpiter y dejar a Reyna, la primera chica que en verdad me gustaba. Pero eran órdenes de la pretora. Reuní provisiones para un viaje largo en una mochila especial que era pequeña, pero tenía gran capacidad de carga. Como en los videojuegos.

Lurygon insistió muchas veces en acompañarme, pero Reyna y Frank no lo permitieron, cosa que Bethany agradeció. No entiendo porque ella sigue enamorada de él cuando Lurygon ha dado claras señales de no estar interesado. En fin, Reyna no le dio permiso y terminé yendo yo solo.

Justo cuando estaba a punto de cruzar el Túnel Caldecott y salir volando con mis zapatos con alitas, escuché un maullido. Había un gatito negro con pelaje esponjoso y ojos verdes.

—Hola, amiguito —me acerqué y lo acaricié—. ¿Estás perdido?

El gato maulló y ronroneó cuando lo acaricié en la cabeza. Era muy bonito, al menos hasta que empezó a crecer y se convirtió en una pantera. Di un grito y caí de espaldas, creí que se lanzaría sobre mí y me destrozaría la garganta, pero solamente se quedó mirándome. Me levanté y retrocedí lentamente, no atacó, solamente movió la cabeza como si quisiera decirme algo. Al fin lo recordaba, era Melkor, el gatito de Nika, no lo reconocí. Con mucha cautela, acerqué mi mano y volví a tocar su cabeza y en el momento de hacer contacto... bueno, nos disolvimos.

Ya había escuchado antes del viaje por las sombras, pero no tenía experiencia real. Es como si fueras tan rápido que tu piel se estuviera despegando. Me sujeté de la piel del felino para no quedar atrapado entre las sombras que nos rodeaban. Emergimos en Indianápolis y el resto de la historia ya la conocen.

Desperté y lo primero que vi fue al gato negro sobre mí. Me asusté y él saltó de mi pecho.

—Despertaste —dijo alguien junto a mí—. ¿Quieres algo de comer?

Me senté, todavía estaba un poco adolorido. La chica estaba sentada a la izquierda de mi cama con el gato en el regazo, dándole caricias. Parecía una líder criminal, como La Madrina. Tenía piel color caramelo tostado, nariz mediana y boca con labios ligeramente gruesos, mejillas un tanto hundidas, como si estuviera desnutrida. Sus ojos eran como las sombras por las que viajé. Tenía el cabello largo y ondulado cayéndole hasta más abajo de los hombros. Tenía cuerpo delgado, pero atlético, vestida con pantalón de mezclilla, blusa gris plateado y un suéter negro.

—Ammm... ¿Quién eres tú? —le pregunté.

—Soy Diana. Gracias por... intentar ayudar ayer. Te trajimos aquí inconsciente.

—¿Eres semidiosa? —ella asintió—. ¿Dónde estamos?

—Indianápolis —el gato bajó de su regazo y fue a otra cama—. En un lugar llamado Waystation. ¿Tú fuiste quien llegó aquí con Melkor?

—¿Conoces a Melkor? —pregunté.

—Pues claro, duh. ¿Tú quién eres? ¿Por qué estás aquí?

—Mi nombre es Johnny Raptor —respondí—. Soy el centurión de la Tercera Cohorte de la Duodécima Legión Fulminata. Mi pretora Reyna Ramírez Arellano, me ordenó asistir a Veronika Kotova en su misión.

Diana me observó intrigada, como si no me creyera. Recordé que la vi cuando estuve prisionero en el Campamento Mestizo, estaba sentada en una de las mesas del Pabellón y casi no habló.

—Bueno —dijo—. Espero que estés listo para vencer a un guerrero inmortal, conocer a un dios hecho mortal y enfrentar a un emperador romano convertido en dios.

No es fácil ser un semidiós. Parte III. Ojalá que sea la última.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora