𝐩𝐫𝐨𝐥𝐨𝐠𝐨

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente

Un hombre apareció de repente en una esquina mirando a un gato muy particular.

Por las calles de Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado y muy anciano, que desde la vista de cualquier parecía de 60 o 70 años pero en realidad tiene muchos, muchos más, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría sujetarlos con el cinturón. Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran claros tal como el cielo, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna. Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez. El nombre de aquel hombre era Albus, Albus Dumbledore.

Albus Dumbledore no parecía darse cuenta de que había llegado a una calle en donde todo lo suyo, desde su nombre hasta sus botas, era mal recibido ya ni siquiera se adaptaba a su época. Estaba muy ocupado revolviendo en su capa, buscando algo, pero pareció darse cuenta de que lo observaban porque, de pronto, miró al gato, que todavía lo contemplaba con fijeza desde la otra punta de la calle. Por alguna razón, ver al gato pareció divertirlo. Rió entre dientes y murmuró:

- Debería haberlo sabido.

Encontró en su bolsillo interior lo que estaba buscando. Parecía un encendedor de plata. Lo abrió, lo sostuvo alto en el aire y lo encendió. La luz más cercana de la calle se apagó con un leve estallido. Lo encendió otra vez y la siguiente lámpara quedó a oscuras.

Dumbledore volvió a guardar el Apagador dentro de su capa y fue hacia el número 4 de la calle, donde se sentó en la pared, cerca del gato. No lo miró, pero después de un momento le dirigió la palabra.

- Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall.- Se volvió para sonreír al gato, pero éste ya no estaba. En su lugar, le dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada. Con cabello negro con algunas canas por los años talvez, llevando en un peinado elegante.

- ¿Cómo supo que era yo - preguntó con una ceja alzada.

- Mi querida profesora, nunca he visto a un gato tan tieso - dijo con tranquilidad mientras que la mujer se mostraba ofendida.

- Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de ladrillo - respondió la profesora McGonagall.

-¿Todo el día? ¿Cuándo podría haber estado de fiesta? Debo de haber pasado por una docena de celebraciones y fiestas en mi camino hasta aquí.

- Oh, sí, todos estaban de fiesta, de acuerdo. Yo creía que serían un poquito más prudentes, pero no... ¡Hasta los muggles se han dado cuenta de que algo sucede! Salió en las noticias. Lo escuché.

- No puede reprochárselo -dijo Dumbledore - Hemos tenido tan poco que celebrar durante once
años de miseria...

- Ya lo sé - respondió McGonagall - Pero ésa no es una razón para perder la cabeza. La gente se ha vuelto completamente descuidada, sale a las calles a plena luz del día, ni siquiera se pone la ropa de los muggles, intercambian rumores...

𝐌𝐄𝐋𝐋𝐈𝐙𝐎𝐒 𝐏𝐎𝐓𝐓𝐄𝐑 | 𝐝𝐫𝐚𝐜𝐨 𝐦𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora