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Noté como me cogían en brazos y abrí los ojos, era Nick. Me aferré más a él volviendo a cerrar los ojos.

—Van a hacer la habitación, te llevo a la otra.

No me moleste en decir nada, pero en cuanto me acomodé en cama, me invadieron las fragancias de cada uno de ellos y volví a caer en el sueño profundo.

Desperté y no me molesté en cambiarme antes de ir a la cocina, salí de la habitaciones de los chicos y cuando los vi sonreí.

No llevaban los trajes de ayer. Nick seguía con ese pantalón de pijama, mientras que el moreno y Dean llevaban unos vaqueros, Travis con una sudadera negra y el rizoso una camiseta blanca. Tenían una taza cada uno y en el mismo sitio de ayer había otra para mí. Me senté.

—Buenos días —dijo Dean mientras se peinaba sus rizos, no eran muy definidos, pero me encantaban.

—Hola —saludé a los tres.

Desayunamos en silencio, por lo menos de mi parte, porque ellos hablaron de algo sobre el trabajo, pero ni si quiera atendí. Me puse un vestido, azul cielo y me hice una coleta, había quedado con Landon.

Íbamos a ir al centro comercial, y pasar el día allí.

Cuando salí solo estaba Nick, que me repasó de pies a cabeza y frunció el ceño, pero no dijo nada, solo se acercó a mí y me miró desde su altura. Dios era muy pequeña comparada con ellos.

—Ha sido la segunda mejor noche de mi vida —me susurró.

—¿La segunda? —sonreí con burla.

—La mejor noche de mi vida fue cuando te follamos hace dos años —lo dijo en mi oído, y cuando terminó, me mordió el lóbulo.

Desapareció por mi lado y me quedé de lo más petrificada, ay dios mío. ¿Cómo no voy a reaccionar?

Me fui de ahí, sabía que Landon estaba abajo por el mensaje que me había llegado, pero no quería irme. En mi cabeza se estaban reproduciendo cientos de imágenes y en todas estaba en una cama, y Nick cerca de mí, muy cerca.

Bajé en ascensor algo impaciente, y en cuanto vi el coche de Landon en la acera de en frente corrí hacia él. Una vez en el coche oí la risa de Landon, por lo que le miré con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa?

—Dios, estaban buenos, pero no has tardado ni veinticuatro horas en tirarte a uno —le miré aún más confundida — ¿Te has visto al espejo?

No, no me había preocuparlo en hacerlo, porque me vestí y salí sin mirarme. Bajé el espejo del coche y en mi interior nació la furia hacia los tres idiotas. Tenía la parte del cuello y los hombros lleno de chupetones.

Idiotas, ¿Cómo se habían atrevido?

Gruñí desesperada antes de mirar en los asientos de atrás, no iba a salir así, así que buscaba una sudadera, de Landon, que me valiera.

Vi una gris y no dudé en cogerla y pasarla por mi cabeza. Landon seguía burlándose de mí y es cuando decidí soltarle la bomba.

—Me acosté con ellos —vi como su sonrisa se fue —hace dos años.

—¿Ellos son los dioses que te dejaron dos días sin caminar?

—Si —añadí en un murmuro.

—Dios mío Cloe, no me extraña que te hicieran eso —señaló el cuello.

—Son idiotas —gruñí.

Seguimos hablando, le recordé la fiesta, que me obligó a ir, de cuando cumplí los dieciocho y como los conocí. Aunque omití el detalle de que ahora mismo, dormía un día con cada uno.

CloeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora