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—Repite conmigo —asentí antes de darle otro trago —emborracharse y no vomitar —dijo Sean por quinta vez consecutiva.

Era el quinto vaso, aunque en cada uno, nos habíamos dicho lo mismo, de momento cumplíamos, aunque dudaba si podría aguantar más.

—¿Entonces te has ido del piso?

—Querían hacer una aburrida cena en vez de salir, obviamente me he negado.

—¿Sabes que nos conocimos hace justo un año?

—Lo dices por algo especial.

—Podríamos repetirlo.

Reí ante su sugerencia y aunque por muy atractivo me pareciese, no creo poder sentir lo mismo que sentía con Dean, Nick y Travis.

Era una atracción inexplicable, y no solo en el sexo. Después del te quiero de Dean, los otros no habían dicho nada, pero supuse que estaban enterados.

Creo que llegamos a los seis vasos cuando noté todo el alcohol en mi garganta y corrí hasta el baño.

Noté como alguien recogía mi pelo, pero no pensaba en hablar ahora.

Cuando me giré me encontré  con una chica pelinegra, ella me sonrió.

—¿Necesitas que llame a alguien?

Se sentó a mí lado y tendió el teléfono. Negué y estudié su perfil, a pesar de que mi visión estaba algo mal.

—Me escapado de casa de mis novios.

—¿Novios?

Apoyé la cabeza en la pared y cerré los ojos evitando el mareo.

—Salgo con tres chicos, ello lo saben, es una relación poliamorosa.

—Entonces te tiras a los tres.

Reí antes de asentir.

—Definitivamente no podría hacer eso.

—¿Por qué?

—Si nunca he estado con un chico, como voy a estar con tres.

Me acomodé y la miré con los ojos abiertos.

—¿Cuantos años tienes?

—Diecinueve.

Me levanté y la tendí la mano.

—¿Qué haces?

—Voy a buscarte un novio o un rollo de una noche, ¿Qué prefieres?

—Un rollo.

Asentí y empecé a buscar por toda la discoteca, la luz, la borrachera y la música, me estaba empezando a provocar dolor de cabeza.

Divisé a mi amigo en una esquina, así que agarré la mano de la pelinegra y la dirigí hasta allí.

Mi amigo era de solo un rollo, así que no había problemas. Sean nos vio llegar y me rodeó con su brazo.

—Él es Sean —miré a la pelinegra —ella es —deje de hablar para que se presentara.

—Harriet.

Les sonreí a ambos, pude ver la sonrisa de mi amigo, y también a Harriet, a la cual la pedí su teléfono para agendar mi número.

—Nos vemos.

Salí de la discoteca entre empujones, cunado sentí el aire darme en la cara, respiré hondo antes de caminar hacia la acera.

Pasaron varios coches antes de poder ver un taxi. Me subí en este y le di la dirección del piso.

A estas horas de la noche, supuse que ellos ya sabían que me había ido, pero era imposible que supiesen de mi paradero por que tanto Sean como yo dejamos los teléfonos en casa.

CloeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora