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Estuve todo el día impaciente, sin saber cuál sería el castigo de Travis.

Sean me preguntó que había hecho varias veces y cuando se lo conté no pudo evitar reírse.

Cuando llegué a casa, me los encontré a los tres. Travis entre los otros dos, llevaban ese traje que les queda tan bien. 

Intenté adivinar cual sería el castigo, pero el rizoso se acercó a mí y me tapó las manos teniendo una corbata entre sus dedos.

Me tapó y dejé que él mismo me guiara por el pasillo, olí las velas encendidas. Noté como me tumbaba y me empieza a atar en. Noté mis piernas separándose, y levantaron mis brazos atándolas ente ellas y al cabecero de la cama.

—Tranquilízate nena —oí a Nick y luego sentí como poco a poco me desnudaban.

Sabía que estaban los tres, lo supe cuando empezaron a besarme en distintas partes de mi cuerpo a la vez, aunque cuando se separaron sentí frio, quería que siguieran.

—Si crees que no aguantas, solo di un número cualquiera.

Sonreí al oír a Travis, aunque mi sonrisa se borró al notar frío. Un hielo, recorriendo desde mi cuello hasta mi abdomen, donde lo dejó ahí, y uno de los tres acercó el vibrador a mi cuello.

Pasándolo por mis pechos  bajando haciéndome curvar la espalda.

—Pequeña, no te muevas.

El vibrador siguió bajando, hasta que entró en mí. Dios.

—Estarás así, hasta que no aguantes más —oí al castaño.

—Nosotros contaremos tus orgasmos.

Al principio fue excitante, notar los primeros orgasmos, oírlos a ellos, sabía que se estaban masturbando.

Pero cuando llevaba  ocho, las lágrimas empezaban a saltarme.

Sabía que seguían ahí. Empezaba a tener hambre, y probablemente, cansancio.

Cuando llegué a mi clímax número diez, lo grité, tan fuerte, que ellos, me desataron y me quitaron la venda, dejándome libre.

Pude ver la cara de Dean, sabía que era al único que todo esto no le encantaba, pero si había participado era por los otros dos.

—Ven, pequeña.

Travis me cogió en brazos y me llevó, pude ver a Dean y Nick siguiéndonos, pero no me veía capaz de articular nada.

Me sentó en la bañera y se fue, para hacer la cena, aunque antes de irse me dio un beso.

Sonreí cuando Nick me dio otro beso, uno de esos posesivos, que tanto me gustaban de él.

El último en entrar fue Dean, mi rizoso, pero no se fue. Se metió conmigo en la bañera, me dio besos tiernos por el cuello hasta mi boca.

—¿Estás bien? —asentí y el rizoso me dio otro corto beso.

Le sonreí y me relajé ante las caricias de Dean. Cuando desperté estaba sobre Travis en el sofá. En frente había sopa y ensalada.

Así que me levanté a cogerla y me volví a sentar. Ellos estaban atentos a un partido, pero podía notar las caricias con su pulgar en mi espalda

—¿Tu hermano y tu padre cenan con nosotros en navidad?

Apenas quedaban dos semanas para navidad, yo estaba concentrada en los trabajos, así que ni si quiera estaba atenta al hecho de que navidad iba a empezar.

Miré la casa, sin un árbol, sin decorar, y fruncí el ceño, al recordar que no había comprado nada.

—¿Qué pasa nena?

—Iré de compras mañana con Sean.

Mañana era sábado, y tendría que comprar regalos, decoración y un jersey navideño. 

Después de cenar, me dormí y cuando desperté tenía el rostro de Dean a centímetros de mí, así que le besé y me levanté.

A pesar de sentir el dolor entre mis piernas, había quedado con Sean y quería ir, comprar un árbol artificial, ver Nueva York con la decoración navideña.

No era mi época favorita, pero me gustaba disfrutarla, me gustaba mucho más el otoño.

Las hojas, cayendo, las aceras llenas de estas, los colores marrones, el olor de la lluvia. Simplemente era mi estación favorita. 

—Llegas tarde —dije en la entrada de la tienda.

Compré varios regalos, para ellos, Sean, mi padre y mi hermano. Hicimos una parada en una cafetería, donde pude ver, como Sean estaba más atento a alguien detrás de mí, que a la conversación.

—¿Qué te pasa?

—Creo que tus chicos, te han puesto un vigila.

Me giré descaradamente, era el mismo que en el ascensor. Joder, me están siguiendo, serán idiotas.

Miré a mi amigo.

—¿Qué vas a hacer?

—Ya veré, de momento vamos al cine.

Sabía que nos seguía, así que le comenté a Sean que fingiera, y se acercase a mí. En el cine, me abracé a él.

Lo estaba haciendo aposta, pero estaba cabreada con ellos, y cuando llegara al piso, me iba a oír.

¡Cómo se les ocurre!

Se iba a armar, claro que se iba a armar, más les valía tener una buena explicación, o no me iban a ver el pelo, hasta el día de navidad.

Cuando salimos, cenamos algo rápido y la comimos en su coche, donde observé que un coche que había visto aparcado nos seguía.

Cuando entré en el ascensor, hice como si estuviese subiendo, únicamente me escondí y pude ver la cara de sorpresa del señor en traje.

Me recordaba a un pingüino de los que veía de pequeña en el zoo con mi hermano.

—¿Te han contratado ellos? —no dijo nada.

Pulsó el botón de mi piso, y se fue hasta una esquina. Gruñí y esperé impacientemente, mi pie daba pequeños golpes, y tenía mi brazos cruzados.

Dejé que él abriera, y pude oír el saludo que dio a Nick, aunque cuando entré, él enseguida se fue.

Estaban los tres, que me miraron, al principio bastante  enfadados, sabía porque. Pero me daba igual.

Dejé las bolsas con los regalos y el árbol y sus decoraciones, y fui quitándome la ropa. Hasta el baño. Los tres me miraron, querían venir, y sabían que no iban a poder.

Así que entré y me duché tranquilamente, sin decir nada, salí con una toalla blanca rodeándome, y me senté en la encimera.

—Ya podéis explicarme, porque tengo a un pingüino siguiéndome, y porque no me lo habéis dicho antes.

Aldara

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Aldara. G

CloeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora