17. La psicóloga.

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Las bendiciones de Doyoung.
Versión editada.
Primera parte:
Capítulo 17. "La psicóloga"

Doyoung creía que algunas cosas se le daban bien, por ejemplo: contar cuentos

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Doyoung creía que algunas cosas se le daban bien, por ejemplo: contar cuentos.

—El guerrero creyó que esa enorme bestia tenía intenciones de dañarlo, su espada brillante apuntaba directamente al dinosaurio en caso de que este quisiera herirlo —habló Doyoung mientras sus manos se movían, llamando la atención de todos sus niños. —pero el dinosaurio, con un ligero movimiento de cabeza, le quitó la espada al guerrero, dejándolo indefenso.

—¡No! —exclamó Donghyuck con preocupación.

—Muy tarde el guerrero se dió cuenta de que había quedado acorralado por el temeroso dinosaurio —Doyoung fingió un pequeño gruñido, haciendo reír a sus hijos. —Creía que se lo quería comer, pero...

—¿Pero? —preguntó Jeno, sus ojos demasiado abiertos como si estuviese viendo una película de acción.

—Pero el enorme y temeroso dinosaurio solo quería ofrecer su ayuda al guerrero para que este subiera esa torre tan alta donde se encontraba la corona del rey perdido —explicó con calma, aguantando un quejido cuando Renjun tiró de su cabello. —¿Saben que ocurrió después de que el temeroso dinosaurio se hiciera amigo del valiente guerrero?

—¿Qué? —dijo Mark.

—Ambos se fueron juntos a recorrer el mundo y dejaron los casos misteriosos para algún detective interesado —sonrió. —Y se hicieron mejores amigos.

—¡Si! —gritaron todos al unísono, asustando un poco a Renjun.

Las semanas pasaban poco a poco y aún sentía que era difícil acostumbrarse a la nueva rutina que se había obligado a aceptar. Aunque la situación con Donghyuck le siguiera doliendo, el sabía que tenía que estar bien y presentable para sus niños, por más que todo lo estuviera matando por dentro.

Por lo menos ya le permitían levantarse de la cama para hacer un par de cosas.

Su pancita crecía cada vez un poco más y los niños se morían por estar cerca de él solo por curiosidad, sin embargo, el único que parecía no querer despegarse ni un solo segundo era Mark.

No sabía porque.

—Mi rayito de luz —Doyoung sonrió cuando su pequeño decidió quedarse sentado a su lado en lugar de irse a jugar con sus hermanitos. —El cuento ya terminó, ¿no quieres jugar con tus hermanos?

—No.

¿Una respuesta seca?

¿De Mark?

Algo pasaba.

—¿Por qué no quieres jugar con ellos? —preguntó con preocupación. —¿Te sientes enfermo?

Quiedo cuidarte —Mark colocó suavemente su cabeza sobre la pancita de su padre, haciéndolo reír. —Y a mis bebés hermanitos también.

Las bendiciones de DoyoungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora