23. Sin ti.

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Las bendiciones de Doyoung.
Versión editada.
Segunda parte:
Capítulo 23. "Sin ti"

Seguía sin creerlo

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Seguía sin creerlo.

No quería caer en la realidad donde su hijo ya no estaba más.

Le dolía recordar como los oficiales de policía le informaron que había sido un simple suicidio, como si no se tratase de un asunto delicado el hecho de que un adolescente se quitara la vida.

Esas personas tenían tan poco tacto para decir las cosas y un respeto nulo ante la salud mental.

Se lo dijeron y trataron de señalarlo como culpable directo de la muerte de su pequeño hijo.

Y tal vez lo era.

—Donghyuck se suicidó, mi amor —le había explicado Johnny en un tono calmado aunque tampoco dejaba de llorar. —Mi corazón, cálmate, el tomó esa decisión.

Pero no podía, nunca podría calmarse después de eso.

Así que ahí estaba, llorando sobre el ataúd de su pequeño hijo, rogando porque de nuevo fuese simplemente solo un sueño, que lo despertaran de ese maldito sufrimiento.

Que alguien le dijese que su hijo iba a volver a casa para poder abrazarlo una vez más.

No existía consuelo alguno para un padre que dió todo de si por su pequeño, alguien que dedicó su vida entera a velar por su felicidad, para que después entendiera que no había hecho bien ese trabajo. Solo tenía una misión, debía de hacer feliz a su pequeño, pero no lo logró, su hijo sufrió internamente y no lo pudo salvar.

—Perdóname, mi alma —murmuró con los ojos llorosos, acariciando el ataúd con sus manos temblorosas. —Perdón por no haber sido el padre que necesitabas, corazón mío, te amo, te lo juro, yo te amo muchísimo.

—Papá —llamó Mark, limpiando sus lágrimas para poder acercarse a él. —Ven, ya es momento, se está haciendo tarde.

—No, déjame aquí —susurró. —Solo unos minutos más, por favor.

—Papá...

Todo mundo veía con lastima al padre que lloraba desconsoladamente la muerte de su hijo, aunque no eran los únicos llorando en el cementerio, también toda la familia se encontraba bañada en lágrimas.

Pero nadie sufría al nivel que Doyoung lo estaba haciendo.

Porque nadie era capaz de entender todo lo que un chico pelinegro inexperto fue capaz de sacrificar por sacar adelante a su familia completa y por ganarse ese derecho de ser llamado padre.

—No quiero dejarte ir y volver a casa, porque todo me recuerda a ti —confesó con su voz entrecortada. —Mi pequeño bebé que siempre peleaba por su cereal, mitad de mi alma, mi sol y luna, brillante como el día y misterioso como la noche, mi hijo... ¿Por qué? ¿Por qué no te acercaste a mí sí te sentías así? Pude haberte salvado, pude haber hecho algo, mi corazón... Mi niño... No quiero que me dejes, dime por favor que es una broma, que solo te escapaste con tus amigos y no quieres que nadie se entere, dime qué no hiciste esto.

Las bendiciones de DoyoungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora