47. Tarde.

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Las bendiciones de Doyoung.
Versión editada.
Segunda parte:
Capítulo 47. "Tarde"

Doyoung despertó, desconcertado y con un fuerte dolor de cabeza que parecía querer matarlo en cualquier segundo

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Doyoung despertó, desconcertado y con un fuerte dolor de cabeza que parecía querer matarlo en cualquier segundo.

Quiso observar a su alrededor pero todo se encontraba oscuro, a demás, se sentía un poco mareado, probablemente por la porquería que Yuta le había inyectado.

¿Ese era el hombre que le juró amor eterno? ¿Fue capaz de tener un hijo tan maravilloso con alguien que era capaz de llevarse a una persona en contra de su voluntad? Estuvo protegiendo a su hijo de tantas personas que querían hacerle daño, como para que al final su padre resultara ser uno más del montón.

Se sentía enojado, decepcionado de si mismo.

Intentó moverse pero algo metálico en su mano llamó la atención, rápidamente observó para darse cuenta de que eran unas esposas. Genial, de tantas cosas con las que atarlo a la cama, tenía que escoger algo que no sabía como quitarse.

Cansado de todo, recargó su cabeza en la pared y cerró los ojos. Aún sentía sueño, tal vez el efecto de la droga no se había ido por completo.

—Renjun —susurró, sintiendo de nuevo esa típica presión en su pecho. ¿Cómo pudo darle un padre así de peligroso a su hijo? Era un estúpido.—Lo siento mucho.

Estuvo en esa posición durante aproximadamente quince minutos, hasta que pudo escuchar a alguien bajar unas escaleras para después encender la luz de la habitación, causándole un susto de muerte al pobre pelinegro con sueño.

Pudo ver a Yuta mientras intentaba acostumbrar sus ojos a la claridad de nuevo, pero cada vez que los cerraba y abría, podía ver a su ex pareja más y más cerca de él.

Hasta que la mano de Yuta acarició sus cabellos, observándolo con completa adoración mientras que el temblaba del miedo.

Tantas cosas que le habían sucedido en la vida y nunca creyó haber sentido tanto miedo como ahora. No podía moverse mucho, es decir que básicamente estaba merced de un idiota que terminó de la peor manera posible.

—No sabes lo mucho que te amo —dijo Yuta de la nada, hundiendo su cabeza en el cuello del menor para dejar un par de besos sobre su piel. —Te amo, Doyoung, ¿No es suficiente? Tenemos un hijo precioso.

—Déjame —Doyoung intentó moverse pero Yuta tiró de su cabello, haciéndolo quedarse quieto en su lugar. —Yuta.

Una llamada llegó al celular del pelirrojo, el tono le hizo saber que no podría ignorarlo así que se separó un poco y cubrió la boca de Doyoung con su mano libre para después contestar.

—¿Qué pasó, Renjun? —habló, esbozando una pequeña sonrisa cuando el pelinegro lo miró fijamente con odio. —Claro que estoy en casa, mi niño, ¿Vendrás?... Genial, aquí te espero.

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