EL SECRETO DE TYLER JONES

Capítulo 7.

Lucy me habló sobre un pequeño local en el paseo marítimo, donde vendían unos deliciosos batidos de helados que o bien se podían tomar en una de las mesas que había en la terraza, o llevarlos para beberlos mientras dabas un paseo por la playa. Al principio me gustó la primera opción, pero, en cuanto vi el encanto de aquel lugar, preferí que lo disfrutáramos tranquilamente sentados.

—Ni se te ocurra sacar dinero, yo invito —dije nada más pedimos y vi que la chica empezó a rebuscar el monedero por su mochila.

—No es necesario, yo tengo —soltó una carcajada nerviosa.

—Me enfadaré como lo hagas —agarré su muñeca para que parase, a lo que la chica me miró a los ojos y, tras un par de segundos, asintió con una sonrisa.

—Está bien, tú ganas —suspiró—. Pero la próxima vez me toca a mí —me señaló con su índice.

—Ya lo veremos —sonreí de lado.

—Aquí tenéis —anunció la chica que trabajaba allí una vez nuestros batidos estuvieron preparados—. Son seis dólares —añadió al yo cogerlos.

—Aguántalos un momento —se los di a Lucy para sacar mi cartera.

—Muchas gracias —dijo nada más le entregué el dinero.

—Quédate el cambio de propina —respondí a la vez que volvía a guardar mi cartera en la mochila, a lo que la chica asintió con timidez.

—Espero que volváis pronto —nos dedicó una sonrisa, la cual le devolvimos, y fue a atender a otros clientes que estaban esperando su turno.

—Tienen muy buena pinta —comenté al coger de nuevo el mío; me lo había pedido de fresa, y Lucy de nata con sirope de caramelo.

—Para mí son los mejores de todo Hookside —se sentó nada más llegamos a una de las pocas mesas libres que quedaban.

—¿Más que los de Joe's? —pregunté extrañado, ya que todos los adolescentes eran fanáticos de sus batidos.

—Bueno... —se encogió levemente de hombros, viendo cómo me sentaba a su lado—. No se lo digas a nadie —puso el índice sobre sus labios y me guiñó divertida un ojo, haciendo que sonriera.

—Será nuestro secreto —imité su gesto, a lo que la castaña soltó una carcajada—. Voy a comprobar si es verdad lo que dices —di un sorbo por la pajita. Una vez lo saboreé y tragué, le miré sorprendido.

—Te gusta, ¿verdad? —alzó una ceja.

—No está mal —me hice el indiferente, aunque estuviera realmente bueno.

—Serás mentiroso —me dio un empujón por el brazo que hizo que me riera.

—¿Me dejas probar el tuyo? —cogí mi cucharilla y alcé el ceño para darle pena—. Por fi —hice un pequeño puchero con mi labio inferior.

—Claro —me acercó su vaso, a lo que yo hice lo mismo con el mío en su dirección—. No hace falta, me he tomado muchos de fresa —sonrió.

—¿De verdad? —fruncí el ceño. Ella asintió—. Como quieras —cogí un poco de su batido con la cuchara y me lo llevé a la boca.

—¿Y bien? —estaba expectante a mi reacción hasta que alcé mi pulgar.

—¿Sabes? Scott dice que tienes un gusto muy raro para los postres, pero yo creo que simplemente eres original —carcajeé.

—¿Debería tomármelo como algo bueno? —cogió de nuevo su vaso y sorbió por la pajita.

—Claro, ¿o es que acaso quieres ser como los demás? —chisté con la lengua.