Capítulo 41.

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Nada más Luke me lo contó todo, no dudé ni un segundo en echar a correr hacia la casa de Ryan. No podía creer que este llevaba teniendo sentimientos por mí desde nuestro primer encuentro, un encuentro del cual yo ni si quiera me había acordado hasta ese momento. Ahí comprendí muchos de los comportamientos que Ryan había tenido desde mi regreso a Hookside, sobre todo cuando Luke me explicó que los señores Miller nunca le habían permitido ser como el rubio realmente era. Necesitaba abrazarle y hacerle saber que no iba a permitir que nadie le privara de su libertad, pasara lo que pasase. Que si tenía miedo, yo sería valiente por los dos. Que le cuidaría y antepondría ante todo y todos.

—¡Ryan, abre, por favor! —exclamé sin dejar de aporrear la puerta.

—Vete a casa, Tyler —respondió en un tono demasiado calmado.

—¡Perdón por no recordarlo! —se me quebró la voz, así que me quedé sin fuerzas para seguir golpeando la puerta—. Sé quién eres —sollocé desesperado. Tras unos segundos en los que no obtuve respuesta por su parte, di un par de pasos hacia atrás y comencé a llorar en silencio.

Entonces, la puerta se fue abriendo lentamente, dejando ver a un Ryan que, más que enfadado, estaba sorprendido y sobre todo muy nervioso.

—¿Qué quieres decir? —preguntó inseguro.

—Eres el chico de la playa —respondí, intentando no romperme del todo—. Siempre lo has sido —noté cómo un par de lágrimas se deslizaron por mis mejillas.

—¿Cómo es que...?

—Luke me lo ha contado todo —le interrumpí, provocando que frunciera el ceño—. Debiste habérmelo recordado —sorbí con fuerza por mi nariz.

—¿Para qué? Si tú no te acordabas, significaba que yo nunca había sido nadie para ti —trató de sonar severo, pero sus ojos aguados no le hicieron ningún favor.

Al ser consciente de todo el dolor que había soportado durante tantos años, ni si quiera me ocurrieron palabras que le pudieran consolar, así que me acerqué a él y le abracé con fuerza por el cuello.

—Te has convertido en mi todo, Ryan —murmuré sobre su oído y escondí mi cara en la curvatura de su cuello para inhalar disimuladamente el olor de su piel. Tras unos segundos en los que el chico se quedó inmóvil, sus brazos rodearon mi cintura y, sin más, apoyó su frente en mi hombro y se echó a llorar, aferrando sus dedos a mi sudadera—. Siento no haberte reconocido —llevé una mano a su pelo para dar caricias en él—. Pero, ¿sabes qué? —él negó levemente con la cabeza, aún sin dejar de llorar—. Una de las cosas que más rabia me dio cuando me tuve que marchar de aquí fue el no haber podido jugar al fútbol con el niño rubio al que le puse una de mis tiritas de chocolate —sonreí con nostalgia al recordarlo—. Sabía que eras nuevo, y yo quería quedarme para enseñarte Hookside y poder presumir de ser tu primer amigo cuando empezáramos el instituto —solté una carcajada muda al recordar el enfado que cogí la misma tarde que conocí a Ryan. En ese entonces yo ya sabía que tenía que mudarme a Portland y tan solo me quedaban dos días en mi pueblo natal.

—¿Lo dices en serio? —se fue separando hasta que pudo mirarme a los ojos.

—Sí —asentí y, al ver sus ojos tan enrojecidos, le dediqué una pequeña sonrisa—. Ahora entiendo por qué siempre he sentido que nos conocíamos desde hacía tiempo —llevé una mano a su mejilla y di una caricia en ella—. Si me lo hubieras contado antes, habría entendido muchas cosas y nos podríamos haber ahorrado mucho sufrimiento, ¿sabes? —limpié con mi pulgar la humedad bajo sus ojos.

—Lo siento —dijo con una voz que indicaba que estaba a punto de romperse de nuevo.

—No, yo sí que lo siento —eché hacia atrás algunos mechones que se le pegaron a la cara—. No ha tenido que ser fácil para ti.

EL SECRETO DE TYLER JONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora