Capítulo 25.

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—Papá... —tartamudeó el rubio a la vez que se ponía en pie. Yo, al oírle, le imité de inmediato.

—¿Por qué no estás en el entrenamiento? —se cruzó de brazos, mirando enfadado a su hijo. El señor Miller era un hombre alto, con buena forma física; seguramente habría jugado al fútbol en su juventud. Tenía el pelo rubio, algo más oscuro que el de Ryan, y llevaba un traje impecable y perfectamente ajustado a su cuerpo.

—No me encontraba... —intentó decir, pero su padre le interrumpió.

—No me vengas con tonterías —chistó con la lengua y llevó su mirada hacia mí—. ¿Y tú quién eres? —frunció el ceño.

—Tyler Jones, señor —respondí lo menos nervioso que pude.

—¿Tyler Jones? —repitió extrañado. Tras unos segundos en los que se me quedó mirando, como si estuviera intentando recordar algo, miró a Ryan, quien durante ese tiempo se había llevado una mano a la frente a la vez que soltaba un suspiro—. ¿Es el hijo de Michael? —preguntó, obviando mi presencia. Ryan asintió.

—Señor Miller, llevaba toda la mañana sintiéndome mal, así que Ryan me ha acompañado a que me diera el aire, pero ahora íbamos al entrenamiento —di un par de pasos hacia él, provocando que el hombre me mirase de nuevo—. Toda la culpa es mía —me llevé una mano al pecho, intentando clavar mis ojos en los suyos.

—En eso te doy toda la razón, tú tienes la culpa de todo —me señaló con su índice, dejándome confuso—. Ryan, vamos a casa —se acercó al rubio y le cogió del brazo.

—Pero mi coche... —se resistió al agarre de su padre, pero este le dio un tirón para que comenzara a caminar.

—Luego vienes a por él —masculló sin ni si quiera mirarle.

—Ryan —le llamé bastante confuso por lo que estaba ocurriendo, observando cómo me dejaban atrás. El rubio giró su cara, sin dejar de caminar, pues su padre aún no le había soltado y al parecer no tenía intención de hacerlo, y me dedicó la mirada más triste que había visto en mi vida.

Una vez desaparecieron de mi campo de visión, me volteé hacia el mar y me puse de cuclillas, agarrándome con fuerza del pelo; como si eso me fuese a dar una respuesta a la confusión que tenía por el comportamiento del señor Miller. Cuando se me pasaron las ganas de gritar, me dejé caer sentado en el suelo y solté un profundo suspiro. Tan solo nos había pillado saltándonos el entrenamiento, pero algo me decía que su molestia iba más allá de unas simples pellas. Encima me había dejado sin llaves de casa, ya que las había guardado en mi mochila y esta estaba dentro del coche de Ryan. Al menos sí que tenía el móvil, así que le podría enviar un mensaje a mi padre para preguntarle cuándo volvería a casa y "mentirle" con que aquella mañana se me habían olvidado las llaves. El día estaba siendo una auténtica pesadilla.

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Un rato después, decidí ir hasta el paseo marítimo, sin dejar de darle vueltas a la reacción del señor Miller y la última mirada de Ryan, y caminar por allí para hacer tiempo en lo que mi padre me contestaba. Una vez llegué a la altura en la que empezaban a haber negocios, como tiendas de souvenirs, ropa, heladerías, bares y restaurantes, divisé a unos metros una silueta que me sonaba demasiado. Conforme me fui acercando, pude comprobar que se trataba de Lucy. Estaba sentada en uno de los bancos del paseo que estaban mirando hacia la playa.

—¿Lucy? —dije nada más llegué a su lado.

—Tyler —giró su cara sorprendida en mi dirección—. ¿Qué estás haciendo aquí? —sorbió con fuerza por la nariz y se limpió la mejilla con la manga de su chaqueta—. Luke y Scott estaban preocupados por ti, llevan horas intentando contactar contigo —me hizo hueco para que me sentase a su lado.

EL SECRETO DE TYLER JONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora