—¿Qué te ha pasado? —clavé mis ojos en el hematoma. Ryan simplemente se encogió de hombros—. ¿Te has peleado con alguien? —llevé mi mirada a la suya.
—No importa —murmuró, negando suavemente con la cabeza.
—¿Que no importa? —fruncí el ceño—. Claro que importa —deshice mi agarre y dejé caer mis manos. Al ver que el rubio se mantuvo cabizbajo y en silencio, volví a hablar—. Ryan, ¿quién te lo ha hecho? —suavicé un poco el tono de voz para ver si así conseguía sonsacarle algo.
—Mi padre —confesó finalmente tras unos segundos decidiendo si decirlo o no.
—¿Qué? —dije apenas audible.
Pero Ryan no contestó, simplemente volvió a abrazar mi cintura y enterró su cara en mi cuello para seguir llorando.
—Siento haberte preocupado, pero me ha quitado el móvil y no podía contactarte —sollozó sobre mi piel, la cual se estaba empapando de sus lágrimas.
—Eso no importa ahora —rodeé su cuello con mis brazos y llevé una mano a su pelo para acariciarlo con delicadeza—. ¿Por qué te ha hecho eso?
—Quiere que sea el hijo perfecto que en realidad no soy —respondió a duras penas, ya que el llanto no se lo permitía.
—Ryan, escúchame —llevé mis manos a su cuello para que me mirase—. Eres el chico más perfecto que he conocido en mi vida. Eres amable, educado, inteligente, bueno en los estudios, el capitán del equipo de fútbol americano... —dije nada más clavó sus rojizos ojos en los míos—. Y muy guapo —añadí con toda la intención de animarle, pero sólo conseguí una diminuta sonrisa de lado—. Además, siempre interpones los planes de tus padres a los tuyos propios, ¿qué más quieren? —endurecí el tono al pronunciar las últimas palabras.
—Gracias —sorbió con fuerza por su nariz y pasó la manga de su chaqueta por esta.
—No lo digo por animarte, sino porque es la verdad —hice una mueca de disgusto con la boca.
—¿Podemos olvidar el tema y entrar en el mundo en el que sólo existimos tú y yo? —preguntó con la garganta quebrada—. Por favor... —su voz expresaba las ganas de llorar que tenía, así que opté por olvidar mi cabreo y complacerle.
—Claro que sí —simulé una sonrisa a la vez que deslizaba una mano hasta su mejilla para acariciar con cuidado la zona golpeada. Ryan, al sentir las yemas de mis dedos sobre su piel, suspiró—. ¿Por qué no te das una ducha? Te dejaré ropa seca —agarré la cremallera de su sudadera y la bajé lentamente hasta que esta quedó abierta.
—Tu padre...
—Aún no ha llegado —le interrumpí.
—Tyler, no quiero que me vea así —se quitó la sudadera y me la entregó.
—No lo hará —negué levemente con la cabeza—. Será nuestro secreto —le guiñé un ojo, a lo que él sonrió débilmente—. Bueno, nuestro otro secreto —dije una vez nos dirigimos hacia las escaleras. Normalmente, Ryan habría comentado algo ingenioso, pero en ese momento se quedó en silencio. Aquello tan solo podía significar una cosa; su estado de ánimo estaba tan bajo que ni si quiera existía.
Una vez le di una muda limpia y él se fue al baño, me senté en la cama a esperar a que terminara. Aunque le había dicho a Ryan que no hablaríamos del tema, mi mente no había acordado tal cosa, así que no pude de parar de darle vueltas a qué demonios era lo que le pasaba al señor Miller para golpear a su hijo. Lo adjetivos que yo le había dicho momentos antes a Ryan no eran cosa de los sentimientos que tenía por él, sino porque era la verdad. Todo Hookside pensaba así de él. Bueno, menos su padre. Aunque tan solo había visto dos veces a la señora Miller, esta me pareció una buena madre que adoraba a su único hijo. No entendía cómo podía permitir que su marido tratara así a este.
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EL SECRETO DE TYLER JONES
Teen Fiction{boyslove} Tyler Jones tenía una vida perfecta que cualquier adolescente de su edad envidiaría. Pero todo esto se verá alterado cuando tenga que volver a vivir con su padre en su pueblo natal; Hookside. Allí se reencontrará con personas de su pasado...