Capítulo 29.

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—Tyler, no —negó con la cabeza, cogiendo mis manos con fuerza antes de que yo le soltara.

—Lo siento —me deshice del agarre sin sutileza alguna—. Tú eres el que ha provocado esto —endurecí el tono, aunque en aquel momento me sentía lo más vulnerable del mundo.

—No, por favor —su voz se quebró—. Te prometo que todo cambiará.

—Ya no me creo tus promesas, Ryan —le miré serio a los ojos.

—No me dejes —hizo todo su esfuerzo por no romper a llorar, pero las lágrimas salieron de manera involuntaria de sus ojos.

—No te confundas —me crucé de brazos, como si así fuese a protegerme a mí mismo del dolor—. Tú eres quien ha roto esto.

—Tyler, por favor —se puso de rodillas y se abrazó a una de mis piernas—. Haré lo que sea necesario —sollozó, escondiendo su cara en la tela de mi pantalón.

—Ryan, para —puse mis manos en sus hombros para que se separase.

—No, ¡no! —negó con la cabeza, sin soltarse de mi pierna—. No quiero —añadió apenas entendible por culpa del llanto y de tener su boca pegada a mi ropa.

Yo, al contemplar la actitud que estaba teniendo, innhalé una profunda bocanada de aire y la solté en un suspiro. Busqué sus mejillas con mis manos para alzar su cara, lo cual él se dejó hacer, y me puse de cuclillas para que estuviéramos a la misma altura. Nos miramos a los ojos durante unos segundos en los que, aunque no pronunciamos palabra alguna, nuestras miradas expresaron el dolor que ambos guardábamos en nuestro ser.

—Escúchame... —me puse de rodillas, aún sosteniendo su cara—. No quiero que pienses que te he dejado de querer, pero lo nuestro no puede continuar —decir aquello me estaba rompiendo en mil pedazos—. No quiero estar con alguien que se avergüence de estar conmigo —el nudo en mi garganta cada vez se hacía más grande.

—No me avergüenzo de estar contigo —respondió como pudo, ya que tan solo le salió un hilo de voz.

—Lo haces, Ryan —deslicé mis manos hasta su cuello—. Sé que no estás preparado, y lo entiendo, de verdad. Pero yo sí lo estoy, así que nuestra relación nunca va a estar en equilibrio. Te pediré cosas que, aunque quieras darme, no vas a poder hacerlo —sorbí con fuerza por mi nariz—. Si no cortamos ya, esto acabará haciéndonos aún más daño —mi voz terminó por quebrarse de nuevo.

—No quiero estar sin ti —llevó una mano a mi cuello y otra a mi pelo para enterrar sus dedos entre mis mechones—. No puedo estar sin ti —sollozó a la vez que las lágrimas caían por sus mejillas.

—Estarás bien —le dediqué una pequeña sonrisa de lado, pero su mirada cada vez parecía más frágil. Verle así me estaba matando, así que rodeé su cuello con mis brazos y le pegué a mi cuerpo—. Tienes mucha gente que te quiere —susurré, dándole caricias en la espalda una vez él escondió su cara en mi cuello.

—La única persona que deseo que me quiera eres tú —murmuró sobre la piel de este.

Quería responderle que siempre le querría, pero no era el momento de hacerlo, pues eso hubiera significado darle un resquicio de esperanza a la que aferrarse. Debía dejarle claro que aquello no era un berrinche por mi parte, que me había roto el corazón, que lo nuestro no podía seguir, que todo había terminado.

—Será mejor que te vayas antes de que llegue mi padre —muy a mi pesar, le separé de mí, haciendo todo lo posible por no romper a llorar.

Ryan simplemente asintió, sin atreverse a volver a mirarme a los ojos, y se puso en pie a la vez que yo lo hacía. Se limpió la humedad de sus pestañas con la manga de su chaqueta y, tras sorber por la nariz, se volteó hacia la puerta bajo mi atenta mirada. Mi primer impulso fue abalanzarme a él, abrazarle por la espalda y suplicarle que nunca se fuera. Oler el aroma que su colonia dejaba en la piel de su cuello y, cuando al fin se girase hacia mí, besarle de una manera que el dolor desapareciera de inmediato de nuestras almas. Eso era lo que habría ocurrido si mi corazón hubiera ganado a mi mente, pero este estaba tan roto que ni fuerzas tuvo para luchar contra ella.

EL SECRETO DE TYLER JONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora