EL SECRETO DE TYLER JONES

Capítulo 43.

Todo el equipo estábamos reunidos en nuestro vestuario antes de salir al campo.

—Chicos, formad un círculo —ordenó el entrenador, provocando que todos nos levantásemos de los bancos para obedecerle. Una vez lo hicimos, continuó hablando—. Los Clovers son un equipo con una forma de jugar muy diferente a la que estamos acostumbrados en nuestra liga. Es verdad que habéis entrenado muy duro estos días, pero no por eso debéis relajaros —paseó su mirada por cada uno de nosotros—. Ellos seguramente nos subestimarán, pero vosotros no lo hagáis —dejó sus ojos fijos en los míos, a lo que yo asentí levemente de acuerdo a sus palabras—. ¿Me habéis entendido? —alzó la voz.

—¡Sí, señor! —exclamaron mis compañeros al unísono.

—Salid ahí y aplastadles —endureció el tono—. Que esos tréboles sepan quiénes son los osos negros de Hookside —sonrió de lado con malicia.

—¡Black Bears! —gritamos antes de colocarnos rectos y dar una fuerte palmada.

Cuando todos nos volteamos hacia los bancos para coger nuestros cascos, Scott se acercó a mí y me dio un toque en la cintura para que notara su presencia.

—¿Qué pasa? —le miré extrañado.

—¿Estás nervioso por ver a tu gente? —alzó varias veces seguidas sus cejas.

—¿Su gente? —intervino Ryan, haciendo que ambos le mirásemos. Aún seguía detrás de mí—. Su gente está aquí —sonrió de lado con chulería.

—Tío, no empieces —dijo Luke, caminando en nuestra dirección—. Tyler ha crecido con esos chicos de Portland —rodeó el cuello del rubio con el brazo y le hizo presión en él, provocando que el chico comenzase a quejarse.

—Tranquilo, Luke, sé lo que Ryan quiere decir —carcajeé, agarrando el brazo del moreno para que le liberase.

—Aquí todos sabemos lo que ha querido decir —volvió a hablar Scott—. Que te quiere para él solo —le sacó la lengua. Gracias a Dios, el resto de mis compañeros ya habían salido del vestuario.

—¿Y qué si es así? —bufó Ryan, cruzándose enfurruñado de brazos.

—Bah, novios... —hizo una mueca de asco con la boca, a lo que Luke rio.

—¿Quieres que hablemos de parejas? —alcé una ceja, mirando al pecoso.

—No sé qué es lo que insinúas —respondió tras unos segundos en los que se quedó en silencio—. Dejaos de charla, tenemos un partido que jugar —cogió su casco y comenzó a caminar hacia la puerta.

—Parece que te han quitado el puesto de capitán —comentó Luke entre risas, dándole una palmada en el brazo a Ryan—. Vámonos antes de que el entrenador venga a por nosotros —me sonrió y, una vez asentí, echó a correr detrás de Scott.

—¿Listo? —Ryan puso una mano en mi cuello para darle una caricia.

—Listo —giré mi cara hacia él y le dediqué una sonrisa que no dudó en devolverme.

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Llevábamos quince minutos en nuestra zona de los banquillos. Uno de nuestros compañeros que estaba en el club de música ya había cantado el himno nacional, así que sólo quedaba esperar a que las animadoras de ambos equipos terminaran de hacer sus exhibiciones. Las gradas estaban abarrotadas de gente, entre ellos mi padre, los de Luke y los de Scott, obviamente. Todo el mundo estaba realmente emocionado con el partido; no dejaban de aplaudir y vitorear las actuaciones de las animadoras. Lo que más me sorprendió fue que incluso los seguidores de los Clovers viajaron a Hookside para apoyar a su equipo. Aquello me dio bastante nostalgia, ya que recordé la gran hinchada que tenía cuando jugaba con ellos, pero bueno, los aficionados de los Black Bears no se quedaban atrás; gritaban a todo pulmón para hacerles saber a nuestros rivales que, a pesar de que fuésemos el equipo de un pueblo pesquero, no nos sentiríamos intimidados por nada ni por nadie.