Capítulo 11.

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—¿Qué? —pregunté apenas audible, viendo cómo Ryan abría aún más sus ojos al caer en la cuenta de lo que acababa de decir.

—Nada —giró avergonzado su cara hacia un lado.

—¿Por qué te iba a molestar mi relación con Luke? —solté una carcajada leve y confusa, a lo que el rubio volvió a mirarme y, unos segundos después, suspiró—. Ryan, contéstame —me acerqué a él, pero dio un par de pasos hacia atrás.

—Da igual —comenzó a caminar en dirección a la puerta, pero le agarré del brazo para retenerle. Giró su cabeza hacia mí y, tras unos segundos mirándome seriamente a los ojos, se zafó bruscamente de mi mano y empezó a andar a paso ligero hasta la entrada. Sin ni si quiera despedirse, abrió la puerta y la cerró con fuerza.

Me quedé inmóvil en el mismo sitio, apretando mis manos hechas puños y mi mandíbula de la misma impotencia de no entender qué era lo que acababa de pasar. Me giré de espaldas al sofá, con la mirada totalmente perdida, y me senté con desgana en él. A pesar de que buscaba una respuesta al comportamiento de Ryan, al final su confesión me dejó aún más preguntas; es decir, ¿qué era lo que no le gustaba de mi relación con Luke?¿Qué malo tenía? Y más extraño aún, ¿por qué le afectaba de esa manera? Había pasado de ser un chico que parecía odiarme, a uno que se preocupaba más de lo normal por mí.

—¡Agh! —gruñí, llevándome las manos a la cara y dejándome caer en el respaldo del sofá.

Unos minutos después en los que me quedé pensando qué debería hacer para arreglar aquella situación tan rara, me incorporé y cogí mi móvil de la mesita de en frente. Busqué el número de Ryan y le di a llamar, pero, tras varios intentos en los que no dejó de comunicar, me saltó el buzón de voz; lo había apagado. Aquello me dio más rabia aún, ya que tampoco comprendía el motivo por el cual había huido de esa manera, sin ni si quiera intentar arreglarlo.

—Eres un capullo, Ryan Miller —farfullé, contemplando la pantalla en negro de mi móvil.

Inhalé una profunda bocanada de aire que solté en un suspiro y me puse a recoger de mala manera todo lo que habíamos puesto de por medio con la cena. Una vez el salón estuvo medio decente, subí a mi habitación y me encerré en ella para que mi padre no me molestase cuando llegara, ya que sabía que pronto lo haría y yo no estaba de buen humor.

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Al día siguiente me desperté bastante tarde, incluso después de la hora del almuerzo, debido a que apenas había podido dormir dándole vueltas a lo ocurrido con Ryan. Aunque quise dejar de pensar en ello, no pude evitar recordar sus miradas, como si sus ojos quisieran decir más de lo que lo hacían sus labios. Cuando al fin conseguí espabilarme, revisé mi móvil con la esperanza de que me hubiera enviado un mensaje, pero los únicos que encontré fueron varios de Scott preguntándome si iba a ir o no a la playa. Resoplé al no acordarme de que había quedado con ellos, pero me obligué a levantarme, puesto que no quería pasarme el día en casa más rayado aún de lo que ya estaba, así que me puse el bañador, la primera camiseta que encontré, y bajé a la cocina para comer algo rápido.

Ya en la playa, me disculpé con todos por no dar señales de vida hasta tarde, y sobre todo con Luke, ya que, con todo lo que ocurrió con Ryan, se me olvidó por completo enviarle un mensaje con la hora a la que habíamos quedado; claro que al final tampoco hablé con Scott para que me lo dijera. El moreno le restó importancia, pero su cara expresó la intriga que tenía por saber el por qué se me había olvidado y si Ryan Miller tuvo que ver algo en ello. Menos mal que las chicas, Chelsea y Lucy, se nos unieron al poco rato de llegar yo y cambiaron de tema automáticamente.

EL SECRETO DE TYLER JONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora