Capítulo 33.

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El resto de la clase nos la pasamos en completo silencio. Ni Ryan se dirigió a mí para decirme cualquier cosa sobre el trabajo, ni yo a él. No sabía en qué era lo que el chico estaría pensando, seguramente en el fastidio que le resultaba tener que hacer un trabajo conmigo, pero en lo que yo estuve reflexionando fue en lo irónico que a veces era el destino. Cada vez tenía más claro que este me había escogido para no dejar de gastarme bromas.

—¡Argh! —gruñí nada más llegué a la mesa del comedor donde se encontraban Lucy y Scott discutiendo sobre algo, como siempre.

—¿Qué te pasa? —preguntó la castaña, observando cómo me sentaba con desgana frente a ellos.

—¿Tan mal ha ido? —continuó Scott, mirándome con intriga.

—¿Mal? —apoyé los codos en la mesa y me llevé las manos al pelo para peinarlo hacia atrás—. El señor Rudd nos ha enviado un trabajo, y adivina con quién me ha tocado hacerlo.

—No puede ser —soltó una carcajada que hizo que le matase con la mirada.

—¿Estás bien? —Lucy aprovechó que yo había bajado mis manos para coger una y dar un par de caricias en ella.

—¿Cómo quieres que esté bien? —fijé mis ojos en los suyos—. No sé cómo va reaccionar él, pero lo peor de todo es que no sé cómo voy a hacerlo yo —notaba cómo un nudo se estaba formando en mi estómago.

—Tienes razón —hizo una mueca de disgusto con los labios—. Lo único que puedes hacer es intentar estar lo más calmado posible —soltó un suspiro y deshizo el agarre para echarse hacia atrás.

—El que tiene que calmarse es Ryan —el pecoso chasqueó su lengua.

—Scott, para él tampoco ha tenido que ser fácil —Lucy le miró con el ceño fruncido—. Seguramente lo habrá pasado incluso peor. Al fin y al cabo, Tyler nos tiene a nosotros para desahogarse, pero, ¿a quién tiene Ryan? —fue bajando el tono de su voz.

—Eso le pasa por ser un cobarde —contestó mi amigo, metiéndose una patata en la boca.

—Eres un insensible —suspiró, rodando los ojos. Lucy, al volver a mirarme, entristeció su rostro—. Lo siento, Tyler. Estamos hablando del tema como si tú no estuvieras...

—No te preocupes, tienes razón —forcé una pequeña sonrisa—. Es verdad, yo os tengo a vosotros —cogí el sándwich y comencé a quitarle el envoltorio.

—Por cierto, ¿y Luke? —preguntó Scott, provocando que los tres mirásemos a nuestro alrededor para comprobar si estaba en el comedor.

—Le he visto ayudando a unos de primero —respondió de repente Chad, lo cual hizo que el pecoso se sobresaltase al no esperárselo tan cerca.

—¿Dónde estabas? —le dio un empujón por el brazo a la vez que el chico se sentaba en el lateral entre nosotros.

—¿Tú dónde crees? —soltó un bostezo y le miró a los ojos, pudiendo mi amigo así apreciar lo rojos que estos estaban.

—Entiendo —asintió con firmeza, a lo que Lucy rio y yo negué con la cabeza.

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Después de la hora del almuerzo tocaba la tan ansiada, irónicamente hablando, clase de Cálculo. Si no tenía bastante con coincidir con Ryan en una asignatura, debía sumarle que no sólo iba a volver a compartir aula con él, sino que también con Luke. ¿Podía sentir más presión?

En realidad, la clase fue normal. Luke y yo nos sentamos en nuestra habitual mesa, mientras que Ryan lo hizo en la que estaba más apartada de nosotros. Aunque intenté atender a la explicación del profesor, no pude evitar mirar de vez en cuando al rubio, pero dejaba de hacerlo cuando Luke, intencionadamente o no, me decía o preguntaba algo, ya fuera de la asignatura o de cualquier otro tema. Aún no le había contado lo del trabajo de Literatura y, por algún motivo, me resultaba realmente incómodo tener que hacerlo, ya que sabía que, aunque él no lo expresaría, le iba a crear algún que otro pensamiento negativo. Luke se merecía toda la felicidad del mundo.

EL SECRETO DE TYLER JONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora