Capítulo 12.

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Alcé extrañado mi cara y me giré para averiguar de quién se trataba.

—Luke... —murmuré sorprendido a la par que algo decepcionado.

—¿Qué estás haciendo aquí? —se puso de cuclillas frente a mí.

—Quería estar a solas —me excusé, encogiéndome levemente de hombros—. ¿Y tú? —fruncí el ceño.

—Tú padre me ha llamado para saber si estaba contigo —me miró preocupado—. ¿Por qué no contestas a las llamadas?

—Lo siento... —susurré cabizbajo.

—Estás empapado —se quitó su chaqueta del equipo y la puso sobre mi pelo—. Anda, vamos, te acompañaré a casa —me agarró del brazo, lo cual provocó que le mirase y, unos segundos después en los que no quité mis ojos de su mano, asentí y me puse en pie con su ayuda. Luke cogió mi bolsa de deporte a la vez que yo lo hacía con mi mochila, rodeó mi cuello con su brazo, dejando la mano sobre mi cabeza para mantener la chaqueta sobre esta, y echamos a andar.

Nada más abrí la puerta de mi casa, mi padre salió del salón al recibidor con una cara que expresaba lo molesto que estaba; aquello era algo poco frecuente entre nosotros.

—¡¿Dónde estabas?! —exclamó, acercándose a nosotros.

—Yo... —intenté decir justo antes de que Luke me interrumpiera.

—Ha sido mi culpa —intervino, haciendo que mi padre y yo le mirásemos confusos—. Tyler y yo habíamos quedado después del entrenamiento y le dije que me esperase a que volviera de hacer unas compras —se llevó una mano a la nuca—. Le intenté llamar cuando empezó a llover, pero al parecer su móvil tiene algún problema, ¿verdad? —giró su cara en mi dirección y clavó sus ojos en los míos como señal de que le siguiera el juego.

—Sí —murmuré apenas audible.

—Perdón, señor Jones, no me di cuenta de ello hasta que me llamó —volvió a mirar a mi padre.

—Bueno, si eso es verdad, supongo que no puedo regañarte por no dejar tirado a tu amigo —contestó este algo confuso—. Ve a darte un baño caliente antes de que te resfríes —me quitó la mochila del hombro y puso una mano en mi cuello, a lo que yo asentí y comencé a caminar hacia las escaleras.

—Tyler —me llamó el moreno, haciendo que me voltease en el segundo escalón—. Mañana solucionaremos lo de tu móvil —me guiñó un ojo y sonrió cómplice.

—Gracias, Luke —le devolví la sonrisa con desgana y continué subiendo.

—¿Quieres quedarte esta noche? Hace muy mal tiempo —le propuso mi padre.

—Gracias, pero tengo que volver a casa para estudiar —respondió, provocando que yo soltase un suspiro de alivio, ya que me apetecía estar solo.

—Deja que te lleve al menos —escuché cómo cogía las llaves del mueble de la entrada.

—Está bien —carcajeó.

Me quedé frente a la puerta de mi habitación hasta que salieron de casa, pegué mi frente a la pared e inhalé una profunda bocanada de aire a la vez que cerraba los ojos. Me sentía realmente mal, y lo que peor me tenía era el no saber exactamente el por qué de aquella sensación tan amarga. Chisté con mi lengua y, tras dar un pequeño golpe en la puerta con mi puño, entré a mi habitación, cogí ropa limpia, y seca, y me fui directo al baño.

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El martes por la mañana, Ryan siguió sin aparecer por el instituto, y eso que, tal y como hice el día anterior, le busqué intencionadamente en los cambios de clase y en el comedor. Al principio del día mi ánimo estuvo algo mejor, ya que tuve la esperanza de que iba a verlo y tener la oportunidad de hablar con él, pero, conforme fueron pasando las horas, y con ellas su ausencia, volvió a decaer. Aún así, intenté que no se me notara, pues no quería preguntas innecesarias por parte de Scott y, sobre todo, Luke. Sabía que el moreno se moría de curiosidad por una explicación por mi parte sobre lo ocurrido la noche anterior, pero era tan buen amigo que respetó mi decisión de guardar silencio y no sacó el tema en todo el día.

EL SECRETO DE TYLER JONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora