Capítulo 6.

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Cuando mi padre al fin regresó a casa, preparamos algo fácil de comer y nos pusimos a cenar en el salón mientras veíamos las noticias.

—Bueno, ¿qué has hecho esta tarde? —preguntó aún con un trozo de salchicha en la boca.

—Entrenar —respondí sin apartar mi mirada del televisor.

—Los entrenamientos terminan a las cinco —giró su cara hacia mí—. ¿No has ido después a ningún sitio con Scott?

—No, no tenía ganas —le miré al fin—. Además, tenía unos ejercicios que hacer —suspiré.

—Demasiado aplicado para ser tú —alzó una ceja.

—Si no hubiera sido por mi amigo, seguramente no los habría terminado —carcajeé.

—¿Tu amigo? —frunció el ceño.

—Bueno, en realidad, no sé si somos amigos —miré pensativo al techo—. Más bien es el capitán del equipo —cogí mi tenedor para pinchar una de las salchichas de mi plato—. Ha venido a casa porque tenía que darme unos apuntes y al final ha terminado explicándome Cálculo —añadí antes de darle un bocado. Obvié la verdadera razón por la que Ryan había ido a mi casa, ya que no tenía ganas de que mi padre se enterase de las tonterías de la página web del instituto.

—Es Ryan Miller, ¿no? —contestó algo dudoso, a lo que yo asentí—. Es buen chico —agarró su cerveza y le dio unos cuantos tragos seguidos.

—¿Le conoces?

—Claro, su padre es el mejor empresario de Hookside —dejó la lata sobre la mesita frente al sofá—. Después de mí, obviamente —bromeó una vez volvió a mirarme, a lo que yo rodé los ojos—. Llegaron al pueblo poco antes de que tú te tuvieras que marchar a Portland.

—¿Te caen bien? —pregunté con curiosidad. Mi padre se quedó pensativo durante unos segundos.

—Son un poco estirados, pero no hacen daño a nadie —soltó una carcajada burlona.

—Entonces ya sé a quién se parece —murmuré apenas audible, volviendo a colocarme bien para seguir comiendo.

—¿Has dicho algo? —dijo distraído, ya que acababan de empezar los deportes.

—Nada —sonreí al ver cómo me ignoraba, y le di otro bocado a la salchicha.

Una vez recogimos la mesa y me lavé los dientes, fui hasta mi habitación para ponerme el pijama; estaba deseando dormir. Nada más me subí los pantalones, la camiseta se me cayó al suelo, así que me agaché para recogerla, pero algo debajo de la cama llamó mi atención. Me puse de rodillas para ver qué era y averigüé que se trataba de un caramelo; más específicamente, el caramelo de fresa que Ryan me dio la noche en la que nos conocimos. Lo cogí y me incorporé para sentarme en la cama. Me quedé mirándolo durante un rato y reflexioné sobre el cambio de actitud que había tenido el rubio aquella tarde con respecto a mí. Seguía sin entender su personalidad, y mucho menos el por qué se había comportado así conmigo desde el primer día de instituto, pero me sentía tan cómodo con él cuando era amable que estaba dispuesto a olvidarlo si todo seguía así; al fin y al cabo, todo el mundo comente errores. Guardé el caramelo en el cajón de mi mesita de noche y me metí en la cama. Unos minutos después, me dormí.

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Las tres primeras horas del martes se pasaron bastante rápidas. Al principio estaba un poco nervioso por todo el tema de la publicación en la web, pero se me fueron pasando conforme comprobé que la gente apenas hablaba sobre ello. Lo que sí que cambió fue que, cuando entré al instituto y atravesé los pasillos hasta llegar a mi clase, la mayoría de personas con las que me iba encontrando me saludaban con una sonrisa.

EL SECRETO DE TYLER JONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora