Capítulo 14

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Jack

—¿Por qué sigues despierto?

En medio de la penumbra distingo la silueta de Christian acariciando esas finas teclas blancas y negras.

—Tenía sed—musito tomando asiento al pie de la escalera.

Conforme con mi respuesta él sigue tocando el piano inundando el ático de una suave y melancólica melodía. Hace una hora por primera vez lo vi sonriendo, pensé que jamás lo vería hacerlo. Parecía que todo había marchado bien en la cena y ahora nuevamente lo veo hundirse. Cómo es costumbre; refugiándose en el alcohol y en el cigarro.

—Ayer saliste del hospital, no debes beber ni fumar.

Deja de tocar y de un solo trago se termina el contenido de la copa, le da una suave calada al cigarro y mientras expulsa el humo apaga el cigarro en el cenicero. Ve las teclas del piano e interpreta con maestría Canon in D de Johann Pachelbel.

—¿Sabes cuál es esta pieza?—me pregunta sin dejar de tocar.

—Jamas la olvidaría.

De niño solía escuchar música clásica todos los días. A Christian eso siempre lo calmó. En las noches acostumbraba leerme un libro que hablaba de la historia de los mejores compositores. Aprendí mucho del tema gracias a él. La mayoría de mis conocimientos provienen de Christian. El no asistir a la escuela nunca fue impedimento para que él aprendiera. Cada vez que terminaba de leer un libro ya tenía otro para empezar. Con la música era lo mismo, todos los días conocía una nueva melodía, y esta es especial.

—¿Recuerdas la promesa que me hiciste hace años?—pregunto y él asiente con pesar.

Años atrás cuando lo escuché interpretar por primera vez esta pieza quedé asombrado. Me gustó tanto que lo hice que la tocará en repetidas ocasiones y él no se negó. En ese momento se me ocurrió decirle que cuando encontrará a la mujer ideal y llegará el día de mi boda quería que él tocará esa pieza mientras mi futura esposa caminara hacia el altar, Christian permaneció en silencio y luego dijo: lo prometo.

«Seré el que toque Canon in D el día de tu boda».

Jamás podré olvidar sus palabras.
No había pensado en esa promesa desde hace años. La guardamos cómo a cualquier objeto y nos olvidamos de ella, hasta ahora y me duele saber que quizá nunca cumpla esa promesa. Él lo sabe y yo lo sé.

Para mí él no es mi amigo ni mi hermano aunque así lo llame la mayoría de veces. Christian Grey ha sido mi padre, el hombre que sacrifico todo por mi y hasta la fecha lo sigue haciendo. Él es el único hogar que tengo y ver cómo poco a poco se desmorona me destroza.

¿Que haré cuando él ya no esté aquí?

—Temo que se me acabo el tiempo.

Un nudo se me formó en la garganta y evite verlo. Dirigí mi vista hacia la cocina, el único espacio que se encuentra apenas iluminado con una lámpara encima de la isla.

—Puedo dejarla grabada y entonces habré cumplido mi promesa—añade con serenidad.

No sería igual porque él no estaría ahí.

—Siempre tienes un plan B—suspiro con tristeza.

—Sabes que soy previsor—dice poniéndose de pie y camina hacia la cocina.

Me sorprende lo resignado que está o aparenta estar. Con él me es difícil identificar su estado de ánimo y sus emociones. Es un experto ocultándolo.

Caminé tras él y tome asiento en uno de los taburetes de la isla. Saca la leche del refrigerador y la pone a calentar. La sirve en dos tazas y sonrió cuando le agrega cocoa a una de ellas. Antes no teníamos mucho dinero, recuerdo que cada vez que Christian ganaba dinero extra me compraba un frasco pequeño de cocoa, leche y galletas con forma de animalitos que tanto me gustaban. Esas tres cosas me hacían el niño más feliz del mundo.

En Contra del Tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora